El placer es de los que arriesgan

Miércoles, 16 de julio de 2014

Muchos son los que hablan de «arriesgar», pero pocos (muy pocos) son los que lo pueden poner en práctica. Arriesgar va asociado a la creatividad, al carácter, a la personalidad, posiblemente al éxito. Viste mucho, vende más, pero la gris realidad se encarga de abortar el riesgo. Cuando planteas algo arriesgado, topas frontalmente contra la corrección, el cálculo de posibilidades, la rentabilización o la «monetización», como la definen algunos odiosos. «¿Cuánto me costará ese riesgo?», «¿qué posibilidades hay de que salga bien?», «¿cómo lo vamos a monetizar?» y otras preguntas similares enfrían, desmontan y hasta anulan. ¡Si no lo probamos, no sabemos cómo puede ir!

Piensen en negocios, en deporte, en innovación, en todos los sectores que puedan imaginar donde el riesgo, la prueba, el tirarse a la piscina es parte consustancial y evidentemente la más divertida del proceso. También es la que más celebra y agradece el espectador o el consumidor. Debe de ser una historia tan antigua como el propio ser humano. Siempre ha habido gente dispuesta a arriesgar; y otros (la mayoría de las veces son los que tienen el dinero y el poder), preparados para cortar la cabeza a ese riesgo e incluso tildarlo de estúpido, infantil y otros calificativos. El famoso y tenso diálogo entre los que tienen las ideas y los que las harán posibles. Las dos partes son importantes. O hay generosidad entre ambos, o hay complicidad, compromiso, pasión y una emoción propia del juego y la experimentación, o no hay nada. Bueno, sí. Hay algo: lo previsible, lo gris, lo estándar, lo normal. No hay palabra más odiosa que normal. Las historias de riesgos que salieron bien son épicas y se ponen como ejemplos. Inspiran libros, películas, se estudian en las escuelas de negocios. Pero la mayoría de los riesgos no se tomaron, y si conociéramos los detalles de cómo se cortaron las alas a los sueños, se nos caería la cara de vergüenza.

Hace poco compartí una maravillosa conferencia con Javier Mariscal en Barcelona. Nos hemos inventado un ciclo que llamamos Instint, donde convocamos a la gente para que escuche y viva lo que personas con talento tienen que contarnos. Mariscal es un genio. Un inconformista, un soñador, un hombre al que lo convencional le provoca repelús. Dijo muchas cosas, pero una de las que me gustaron fue su reivindicación del riesgo. Y lo enmarcó en aquellos maravillosos años previos a los juegos de Barcelona 92. Se ha hablado mucho del éxito de aquello, pero piensen en los años previos, cuando había que tomar decisiones para deslumbrar al mundo. Podía hacerse bien pero normal, o arriesgar. Y Pasqual Maragall (otro genio) optó por lo segundo. Encargó una mascota a un dibujante casi underground y puso la ceremonia de inauguración en manos de un grupo como La Fura dels Baus, que provocaba e incomodaba en sus actuaciones. Maragall jugó fuerte y… ganó. El mundo entero etiquetó a Barcelona como la ciudad más moderna, creativa y atractiva del mundo en aquel momento. ¿Qué pasó luego? Personalmente, creo que nos dormimos en los laureles y que no supimos aprovechar aquella inercia, aquel clima favorable para la verdadera y luminosa innovación. Ganó el turismo, el cartón piedra, el escaparate, más que el taller de artista. Quedó el cuerpo, pero se disolvió el alma y los ciudadanos pasamos de aquella alegría y orgullo a una rutina más o menos agradable. Y eso que… ¡habíamos arriesgado y nos había salido bien! ¡Teníamos una marca!

Les dejo con una frase del piloto Marc Márquez. Soy muy fan de Márquez. Ha dicho: «El talento es vital, pero si no eres atrevido, si no tienes coraje, nunca podrás experimentar todo tu talento. La técnica se puede trabajar, entrenar, aprender, memorizar. Para mí, el orden sería: talento, coraje y técnica». Creo que coraje es igual a riesgo, es igual a placer. Márquez tiene 21 años y ya está dando lecciones.

«El Berenjenal» en Interviú.

El instinto

Miércoles, 3 de abril de 2013

Hay trabajos que te hacen mejor persona. Pocos, pero los hay. Y cuando eso sucede, tienes la necesidad de contarlo, de compartirlo, porque lo mejor es compartir lo bueno. Eso es lo que noté la otra noche en Barcelona cuando pusimos en marcha el ciclo de conferencias Instint. «Conocimiento entretenimiento», así lo denominamos.

Invitamos a personas listas que estimulen el pensamiento, las ganas de salir adelante, de luchar por lo tuyo, de recuperar tu dignidad y las ponemos en contacto con un público masivo en un teatro. El primer invitado no podía ser otro: Ferran Adrià. El hombre que revolucionó la cocina ahora se propone revolucionar internet. Ya verán… El caso es que, después de más de dos horas con Ferran, sacamos en claro algunas ideas básicas. Por ejemplo, que el éxito, en sí mismo, no es ningún objetivo. «Tienes que mirarte al espejo y preguntarte si eres feliz. A partir de ahí, trabajar y trabajar por lo tuyo».

A Ferran no le gusta la palabra éxito, ni triunfo, ni todas esas patrañas que no son más que zanahorias atadas a un palo. Ferran te anima a seguir tus instintos, a ponerle emoción y pasión. Ferran se pregunta continuamente el por qué de las cosas y cómo podemos mejorarlas. Dijo muchas cosas y pidió muy en serio que no se escatime ni un euro en investigación, ni en innovación. «Hay que invertir en eso a corto y largo plazo, porque es lo que asegurará un futuro a los más jóvenes de este país».

¡Ojalá le hicieran caso nuestros dirigentes! Todos esos políticos más preocupados por apagar incendios que por sembrar y construir. ¡Ojalá hicieran caso de sus instintos! Porque los instintos, la intuición , el sentido común, están conectados directamente a la razón y la eficiencia. Lo demás es humo, fuego, que una vez apagado solo dejará un bosque quemado. Y yo no quiero que España sea un bosque quemado.

«El Berenjenal» en Interviú.

Instint

Miércoles, 13 de marzo de 2013

El instinto es libre, personal, un impulso, un motivo, una esperanza… El instinto es un montón de cosas y, ahora, será un ciclo de conferencias. Una de esas iniciativas por las que me siento orgulloso de pertenecer a El Terrat. Pero es justo decir que INSTINT será posible gracias a la colaboración con mi querido Albert Om y su productora Dies Tontos, un referente de calidad en Catalunya con su programa «El convidat» para TV3.

Hemos unido nuestras intuiciones y hemos sumado experiencias. En la presentación del otro día quise recordar a Punset: «es el momento de compartir y no de competir». Lo subscribo más que nunca. También es el momento de escuchar, de aprender, de interpretar un mundo en plena transformación. Ahí es donde plantamos nuestro INSTINT, concretamente en el teatro BARTS del Paral.lel.

Conocimiento, entretenimiento y un primer padrino inspirador y ejemplo: Ferrán Adrià. Se lo dije a Albert anoche: «antes de empezar, ya estoy contento». Debe ser la felicidad de haber creado algo muy bonito, con un gran futuro por delante. Una pequeña atalaya que nos permita elevarnos sobre la confusión y la crispación general.

Instint