Espiar

Viernes, 21 de junio de 2013

El propio verbo ya da grima. Como si la palabra conociera personalmente al significado. Espiar es de temerosos, de culpables de algo, de protectores del control, de totalitarios, de frustrados, de gente vacía que se llena con las miserias de los otros. De pequeño, creía que los espías molaban. Ellos eran duros e insobornables. Fumaban mucho, se levantaban el cuello de la gabardina y perseguían a los malos en favor de la justicia. Ellas, igual o mejor. Mujeres frías y hermosas, normalmente del Este. Eso, en las novelas y en el cine, porque en la realidad todo es más chusco e interesado. Como siempre. En Cataluña tenemos una empresa líder en el sector (Método 3), de la que han tirado hasta los políticos. Si no te ha espiado Método 3, no eres nadie. Ojo, que se han escondido micrófonos en jarrones a lo Mortadelo y Filemón. Ya saben, la TIA.

Y ahora van los norteamericanos y desvelan que su gran hermano está compinchado con todas las empresas de telecomunicaciones. Vamos, que tú pides una hamburguesa en Times Square y, por ese micrófono largo articulado, se lo dicen a Obama. Puede que incluso te la traiga él en persona. No nos fiamos de nosotros mismos, y esa es la prueba de que escondemos algo, de que somos un desastre como colectivo. Por separado no estamos mal, pero a la que nos juntamos unos cuantos, va uno y lo tiene que contar. Por si acaso la libertad se sintiera a gusto y se quedara un rato.

«El Berenjenal» en Interviú.