Es como una tradición. Cada vez que se cruzan nuestros caminos, Mikel Urmeneta y un servidor, nos dedicamos a pintar a cuatro manos. Esto es lo que volvió a suceder en New York las pasadas navidades. Él empieza (suyos son los colores) y yo continúo. No hay un pacto previo. Vamos a lo que salga. Normalmente nos sorprende y nos divierte. No se me ocurre una manera más divertida de practicar.
A cuatro manos
Martes, 9 de febrero de 2010