En cuestión de pocos días, se han ido dos grandes de la radio. Carlos Llamas en la SER y Juan Antonio Cebrián en Onda Cero. Dos pérdidas irreparables, dos silencios forzados que nos han llenado de tristeza a todos los seguidores, a todos los que amamos la radio por tantas y tantas cosas.
Lo de Cebrián es muy reciente y todavía me ataca la tristeza cuando pienso en ello. Su programa «La Rosa de Los vientos», era uno de mis favoritos. Todos los sábados y domingos, de madrugada, me reencontraba con su estilo inconfundible, erudito pero cercano, simpático y riguroso que llenaba horas y horas de historia y ciencia. Un pionero de tan solo cuarenta y un años que el infarto traicionero nos arrancó de la noche a la mañana. ¡Vaya mierda! Anoche, la añoranza planeaba , dolorosa, en la antena de onda cero. Estuve llamando para mandarles un abrazo pero la centralita estaba colapsada. No me extraña. No puedo creerme que Juan Antonio haya desparecido. Siempre pasa lo mismo con la gente que aprecias y, de una forma u otra, forma parte de tu vida. Su muerte es un poco la muerte de todos. Un torpedo en nuestra linea de flotación.
Con Carlos Llamas, otro tanto. Hora 25 ya no es lo mismo, sin desmerecer a sus continuadores. Habrá que hacerse a la idea y volver a pisar el acelerador de la vida y de los sueños. Porque la felicidad es frágil y no hay que dejar que la pelota toque el suelo. Vivir, vivir, vivir. Y recordar a los buenos que hicieron un mundo mejor. Hasta
siempre compañeros.
Esta es la música que propongo para el recuerdo. Probablemente, la mejor canción de la historia: