Los políticos siempre están en campaña, pero ahora más si cabe. Ya hace semanas que calientan motores. Motores ya de por sí recalentados que mueven a duras penas la vida política española, como un coche viejo camino del desguace. Ahora ya sabemos quien acompaña a Rajoy (el favorito que no se moja) y a Rubalcaba (preparado para el salto mortal sin red de un triunfo muy difícil). Suenan nombres y más nombres. Algunos conocidos y otros no. Algunos con causas pendientes con la justicia o pasados oscuros. Gente escogida por los propios partidos. Siempre fue así pero, ahora que el descontento y la sospecha entre la población es alarmante, esas personas nos parecen a menudo ajenas o interesadas.
No es justo generalizar, pero tampoco es justo que la crisis haya generalizado los daños y todo, todo, todo el mundo ande acojonado sin saber qué ha hecho mal, para estar tan mal. Vamos, que la política no pasa un buen momento, por no decir que pasa el peor desde la instauración de la democracia. Estamos en manos del dinero (o la falta de él) y poco esperamos de esos gestores que nos han traído hasta aquí. ¿Nos sacarán?
Así las cosas, me dio por pensar en los que no van a seguir. Por decisión del partido o por decisión propia. La segunda vía es la más interesante. Personas, como Angel Gabilondo, que han rechazado seguir en la vida política. El todavía ministro estuvo en nuestro programa y fue un buen invitado. Con la que está cayendo, arrancó unos cuantos aplausos a base de sentido común, naturalidad, modestia y una mezcla de realismo y optimismo. Parece un hombre listo y dialogante que ya no se ve en el panorama enfurecido, cortoplacista y partidista en el que se ha convertido la política en España. Sin líderes con carisma y capacidad de comunicación. Sin hombres o mujeres a la altura de las terribles circunstancias actuales. Gabilondo lo sabe y quizás vuelva a la universidad, donde todavía se albergan los sueños de formar a mejores y más preparados ciudadanos del futuro.