El Wyoming

Viernes, 26 de abril de 2013

Una vez besé a Wyoming en los labios y ante toda España. No sentí nada. No es mi tipo de hombre. Bueno, en realidad, ningún hombre es mi tipo de hombre en ese aspecto. Es lo que tiene ser heterosexual. Otra cosa, muy diferente, es el atractivo profesional, el magnetismo. En ese sentido, estoy rendidamente enamorado del hombre de la nariz imposible a lo Buñuel.

Hace unos días, pasé (literalmente) por «El intermedio». Ellos anunciaban que yo pasaría, y llegado el momento, extendieron una alfombra y, en efecto, pasé. Pasé de largo. No engañamos a nadie. Al día siguiente charlamos un rato. Todo eso vino a raíz de una petición que yo le hice antes: le invité a un documental que estoy rodando hace meses sobre el sentido y los efectos de la comedia. Ya les pegaré el rollo sobre eso…

Lo que hoy quería subrayar es el inmenso y decisivo papel que está jugando el programa «El intermedio» en estos delicados momentos. Ha tenido que ser un espacio originariamente pensado para la risa el que se haya convertido en el verdadero informativo que suelta verdades como puños y saca los colores de la enloquecida clase política. «El intermedio» tiene un equipazo, que capitanea Maikol Sánchez-Romero, el corazón del guión. Porque sin guión, sin preparación, sin trabajo, sin una tesis que hay que regar cada día, no tienes nada.

Hacía tiempo que no pisaba un plató y fue un gustazo hacerlo en el mejor de todos, el más conectado a la realidad, el más arriesgado. Wyoming lo mejora todo y él lo sabe y lo agradece. Creo que incluso sabe que su papel ahora es más necesario que nunca. Es bueno comprobar que lleva esa enorme responsabilidad con frescura a pesar del peso. Por eso lleva tirantes.

«El Berenjenal» en Interviú.

Nada

Viernes, 21 de diciembre de 2012

Al final, nada de nada. Fracaso del fin del mundo como apocalipsis, a pesar de haber ensayado los últimos cuatro años. Mal. Muy mal.

Modo off

Demasiadas cosas en la cabeza

Jueves, 24 de mayo de 2012

Casualidad fatal: anoche hablaba con mis mejores amigos sobre la incapacidad de acumular tantos datos en nuestras cabezas de casi cincuenta años. «La mía está a tope, ya no me cabe nada más, se me olvidan las cosas», decía uno. Otro añadía: «Cada vez que debo entender algo nuevo, sé que esto empujará algo antiguo y que lo olvidaré». Cabezas como discos duros hasta el límite, con el ventilador en marcha para que no estallen del recalentamiento. Así está la mía, la de muchos.

Esto es una gran olla a presión. Y van y me escriben de Interviú: que voy tarde. ¡Joder, se me olvidaba! Claro, normal. Tengo la cabeza como una bandada de miles de golondrinas enloquecidas. Primas de riesgo, crisis, indignados, recortes, bancos, créditos, urgencias, mi programa que se acaba, ¡malditas audiencias!, ¿qué quiere la gente?, ¿seré yo?, ¿quién soy?, ¿alguien sabe quién es de verdad?, ¿nos estamos «estupidizando»?, ¿tendrá razón Vargas Llosa en su último ensayo?, más crisis, titulares apocalípticos, primeros incendios de primavera, vacaciones sin ganas, muchos sin vacaciones, golondrinas, golondrinas, golondrinas… ¿Por qué las veo oscuras?, ¿tendría razón Bécquer? ¿Hubo algún tiempo bueno para la lírica?

«El Berenjenal» en Interviú.

Ver más