Lo de Andrea Fabra (autora del «que se jodan») durante el anuncio de la nueva política del PP no tiene nombre. Bueno, sí tiene nombre. Tiene muchos, y todos son irreproducibles, a no ser que seas como ella, claro.
Seguí el estallido de la polémica en Twitter (de las más duras e indignadas que recuerdo) pero en el vídeo no se veía ni escuchaba bien. Al cabo de unas horas, sí. Alguien había hecho un zoom y un loop de la mujer ésta de marras y allí estaba, como un robot defectuoso, aplaudiendo (!) y lanzando el «que se jodan» (!!!). Que dices, a ver, ¿a quién iba disparado el deseo? ¿A la oposición? ¿A los parados, a los afectados por los drásticos recortes, o sea a todos nosotros?
Andrea Fabra tiene la mirada de la rabia (le vendrá de familia), la bilis de una estirpe vilipendiada en Castellón, que dejará un aeropuerto sin aviones como monumento silencioso al más grande de los despropósitos. Rabia, mala leche, odio, un eco de venganza barriobajera… Y todo eso, a pesar de que les ha tocado la lotería un montón de veces. Los ricos también odian. Andrea Fabra no puede sentarse ni un día más en el Congreso de los Diputados de este país. Se lo tiene que decir su jefe y aplicarle también el IVA. «Estás fuera del Congreso y del partido». No hay otra opción.
«El Berenjenal» en Interviú.