Bob ha dimitido y, voluntariamente, se ha dejado caer al lado de un contenedor para que algún humano de buen corazón se dé por aludido y lo evacue lo más rápido posible. En realidad estuvo pensando un rato en qué contenedor debía meterse, pero al no ser envase lo invadieron las dudas y optó por quedarse discretamente a un lado, junto a una mesita de noche con el mismo problema.
Bob es una esponja mojada (una redundancia) y, aunque sonríe por oficio, sabe que ha tocado fondo (del mar). Está lloviendo, hace meses que pasaron las fiestas navideñas, el país no está para alegrías y los niños cambian de héroes como el que cambia de canal. Así que ha terminado su trabajo. Fin. Todavía hoy, en el momento de partir hacia la planta de reciclaje, se pregunta qué demonios verían en él.
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