Lo que no consiga la televisión… Resulta que alguien mandó una foto de mis años mozos en la mili (ese invento obligatorio afortunadamente desactivado) al programa. Aquella noche destaqué que, de entre todos los buenos compañeros, había uno que era un showman en potencia. Y lo señalé. «Mira, era este. ¿Qué habrá sido de él?».
Mi equipo, sin yo saberlo, se puso en marcha para localizarlo en Bilbao y lo consiguió. No solo eso, sino que además lo trajo una semana más tarde para darme una sorpresa. ¡Y vaya si lo consiguió! Veintisiete años después, nos volvimos a ver las caras. Pero la cosa no acabó aquí. Lolo, que se así se llama mi amigo, se encargó de reagrupar a buena parte de los que compartimos un año vestido de militares con poco más de veinte años. Hace poco días, nos volvimos a encontrar. Visitamos (de lejos) el cuartel de Loyola en Donosti, comimos, reímos, recordamos, nos pusimos al día… Todo eso lo consiguió la televisión.