Orgullo fálico

Domingo, 6 de enero de 2013

A veces, los países se ponen muy masculinos (¿o sería mejor decir machistas?). A pesar de que la Argentina tiene un nombre femenino, su orgullo se concentra en un obelisco fálico y desafiante que parece plantar cara a los oscuros nubarrones que se ciernen sobre él. Pasas por debajo y piensas: «Cómo me caiga ahora el símbolo de la Argentina encima, me mata». Pero nunca pasa, por suerte.

En Barcelona, los franquistas también nos endosaron su obelisco en un cruce de avenidas, pero la gente, tan sabia con retranca, lo bautizó como «el lápiz». Un simple y sencillo lápiz. Así es cómo pasamos a ver el poderoso pene del imperio como un entrañable lápiz con el que escribir nuestra propia historia.

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Obelisco

Después del temporal (electoral)

Jueves, 3 de enero de 2013

Pasan las campañas y luego vienen otras. Y otras y otras. Así, hasta el día del juico final que, seguramente, vendrá precedido de una campaña. Esa sí que será para verla. Todos contra todos en la madre de todas las guerras dialécticas. Las campañas tienen permiso para ensuciar nuestras cabezas y nuestras calles. Caras sonrientes con eslóganes resultones, que intentan resumir la ineficacia y la impotencia. Dicen que la política pasa por su peor momento de imagen entre una población cansada de confiar. Quizás sea un ciclo. Pensé otra vez en ello cuando descubrí un jirón de papel pegado a una papelera, tras las últimas elecciones catalanas. Podría ser una buena metáfora. Aquellas palabras acabaron en la basura sin que el líder se dé por aludido. Y así seguimos.

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Papelera

¿Miedo o pena?

Jueves, 20 de diciembre de 2012

Suele decirse que algunos animales tienen una mirada casi humana. «Solo les falta hablar». Descartemos esta última posibilidad (sin duda, sería un sobresalto que hablaran de buenas a primeras) y centrémonos en su mirada. No acaba de ser humana. Les falta… ¿intención? ¿profundidad? ¿sentimiento? Algo de eso. Un poco de todo.

Miran fijamente pero no quieren comunicar nada. Solo ver. Este perro, por ejemplo, asociado a la valla que parece una prisión, puede generar lástima. O miedo. O las dos cosas. Un perro negro, al otro lado de su propiedad que parece decir: «No te pases o me veré obligado a atacar. Soy guardián». Pero no lo dice. Solo mira y… calla. ¿Qué pensará?

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¿Miedo o pena?

Hay ranas

Miércoles, 12 de diciembre de 2012

El cartel lo deja muy claro, así que luego no vale hacerse el sorprendido una vez hemos entrado en el local. Es un rótulo honesto, que va de cara, que dice lo que hay. «Hay ranas». Estamos en la calle Corrientes de Buenos Aires y el calor aprieta en pleno mes de noviembre. Estamos en «su» verano, algo que los europeos no podemos entender aunque finjamos (en realidad, hay muchas cosas que no podemos entender, empezando por lo de «ser europeos»).

El caso es que me quedé un buen rato observando esta información. ¿Se trataba de una problema grave de humedad? ¿Habrá deshumidificadores en Argentina? El bochorno emborronaba mi pensamiento. Tardé un poco en asociar el cartel de «Hay ranas», con el del «Restaurante». ¡Claro! La especialidad de la casa son las ranas. «Qué listo soy, joder». Me pareció un poco raro, hasta que pensé que en Catalunya cocinamos caracoles. «¿Quiere entrar?», me preguntó al fin un camarero. «No, gracias. Ya he comido». Mentí.

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Hay ranas

Oso en lugar de felpudo

Miércoles, 5 de diciembre de 2012

Resulta difícil determinar cuándo algo ha dejado de tener sentido, cuando algo nos ha dado todo lo que tenía que darnos y hay que revelarlo y agradecerle los servicios prestados. Creo que, en el caso de este oso gigante de peluche de una conocida cadena de tiendas, tenemos la prueba evidente (que no viviente). Lo que en un principio fue un reclamo imaginativo, ahora es una relíquia de tiempos quizás mejores. El oso ya no es lo que era. Le cortaron las uñas, se ha hecho miles de fotos, apenas se distingue su mirada y resiste atado por la cintura sobre una plataforma con ruedecitas. Cada mañana lo sacan, cada noche lo vuelven a meter. Si pudiera hablar, diría: «Yo ya estaría ¿no?».

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Oso felpudo

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