Decía el gran Groucho Marx que «inteligencia militar» es un concepto contradictorio en sí mismo. Pues lo mismo pasa con la «guerra humanitaria», ¿no? Peor, si cabe. La guerra llega cuando los militares usan a fondo toda su inteligencia. Metáforas aparte, una guerra es un fracaso. El fracaso de la política, de la buena voluntad, de la paz, de la libertad, de todo lo relacionado con la condición humana. O con lo que debería ser la condición humana. Lo que sucede es que no aprendemos ni a tiros, y nunca mejor dicho.
Decir que una guerra responde a razones humanitarias debería hacer caer la cara de vergüenza al que lo argumenta. Ahora, con Siria, vuelve el viejo tema y, con él, vuelven las mentiras interesadas, las verdades a medias y, sobre todo, los intereses económicos. ¿Por qué no se aclaran con el comercio internacional de armas de una maldita vez? ¿Qué tal un acuerdo que prohíba su venta y su tráfico? No importa si eres rebelde, del imperio o que la fuerza te acompañe. Ni un arma más. ¿Firmarían eso? Más bien imposible en el gran teatro de la política mundial. Con esos países poderosos que conforman el Consejo de Seguridad de la ONU, donde nadie dice lo que piensa de verdad, ni lo que conviene realmente para la estabilidad mundial porque significaría dejar de ganar mucho dinero. Tan solo piensan en ellos, en el equilibrio de fuerzas, en sus «aliados» (otro concepto tergiversado y viciado). Amparándose en eso tan abstracto que han acuñado -«geopolítica»-, dejan que los problemas se pudran mientras no salpiquen demasiado. Hasta que, claro, se desatan los fanatismos, se recrudecen y enloquecen los conflictos y «se ven obligados» a intervenir. ¿Quién obliga a seguir matando, donde ya reina la muerte?
Han dejado a Siria a la deriva, no se ha propiciado un buen escenario de negociaciones, se ha mirado hacia otro lado y ahora se pretende arreglarlo con intervenciones militares. ¡Sí, claro…! Lo peor (por seleccionar un momento), ese hombre llamado Obama, premio Nobel de la Paz, sacando brillo a los cañones y hablando delante del monumento a Lincoln con motivo de los cincuenta años del «I have a dream». Me pregunto que diría Luther King ante tamaño despropósito. Yo sí que he tenido un dream: he soñado que los países se ocupaban solo de que sus ciudadanos vivan en paz, amparados por una justicia social para todos. He soñado que en los conflictos internacionales solo se planteaba el diálogo y que no había armas, ni ejércitos. Luego he despertado y el dinosaurio seguía allí.
«El Berenjenal» en Interviú.