Ya se destapa la caja de los truenos de los niños robados. Una caja (negra) que guarda tempestades y que solo la Justicia puede airear y reparar. Reparar es un decir, porque a ver cómo arreglas el hecho de saber que fuiste un niño robado, que te vendieron, que eras una mercancía, que se enterraban cuerpos inexistentes… ¡Terrible!
Y ahora aparece en escena una monja mala llamada sor María. Una anciana de rostro avinagrado que se niega a declarar aportando más sombras (si cabe) a esta truculenta historia. La monja miente. Los que la sufrieron dicen que era fría, dura, calculadora y exigente. Todavía nos choca ver a un miembro del estamento religioso ante los tribunales. ¿Por qué? Esa candidez, esa inmunidad que siempre los ha acompañado, no les hace ningún favor. Si han cometido delitos, que lo paguen y que se sepa.
Hay religiosos buenísimos que se desviven por los otros. Si yo fuera uno de ellos, me cabrearía que me incluyeran en el mismo saco que a sor María. La monja se metió en un coche tan oscuro como su pasado y ese coche no debe ir a ningún sitio. Ya ha cometido demasiadas infracciones.
«El Berenjenal» en Interviú.