Cada visita de Manolo García al programa resulta estimulante. Así lo siento yo. Ya me quedan pocos ídolos, la verdad, pero Manolo sigue ahí, en ese podio de los buenos artistas con los que da gusto coincidir, charlar, aprender algo si es posible. Quedan pocos y buenos. Tiene nuevo disco, Todo es ahora, y viejas costumbres. Una de ellas es no sucumbir ante la imperante necesidad de la prisa, de los resultados, de ese correr siempre dentro de la industria del espectáculo. Manolo no quiere, no cede y no lo necesita. Entre disco y disco pueden pasar dos o tres años. Solo con pensarlo ya me salen canas. Antes de entrar en directo, me contaba que quiere disfrutar cada paso, no «apelotonarse», no tener la sensación de que todo le quema. «Ahora la promoción, luego las Navidades y ya veremos más adelante si hay gira». «¿Pero tú no puedes estar sin actuar, no?», le dije. Sonrió, pero matizó: «Hombre, me gusta mucho, pero todo a su tiempo». Mientras me contaba esto, una compañera del programa me apremiaba: «Andreu, dos minutos y entramos. Tendrías que ir pasando…». Siempre me quedan dos minutos para algo. Los de la tele llevamos la velocidad en la sangre, surfeamos la inmediatez, lo explosivo, lo caliente. Y mañana otra vez y luego otra vez. Y así mientras tienes salud y ganas. Lo bueno es que tengas las dos cosas. Es nuestro oficio y nos gusta, pero un servidor, que es muy influenciable, o todo lo que veo me meo, sintió una cierta envidia sana ante el Manolo sereno de ahora y de siempre. Me alegro por él y ya vuelvo a tener ganas de verlo en directo. Cuando quiera, sin prisas… pero que no tarde.
¿Y si se casan PP y PSOE?
Cospedal ha dejado caer que a lo mejor estaría bien que se unieran PP y PSOE después de las próximas elecciones para garantizar la estabilidad democrática. Lo de la gobernabilidad y esas mandangas abstractas e indemostrables que cada vez salen más a la palestra. Alucino un poco con el anuncio de Cospedal y solo puedo achacarlo al miedo (por no decir pánico) que ya sienten los dos grandes partidos ante el auge imparable de Podemos. Así lo comenté en el monólogo de esa noche y, por supuesto, ya me cayeron algunas collejas en las redes. Algo se mueve. Algo pica. Eso sí: Pdro Snchz (el líder que perdía las vocales) salió rápidamente al paso para aclarar que no, que ellos no pactan con nadie, que el PP es el partido de la corrupción. Siempre se ve la corrupción el ojo ajeno. Es como el mal olor corporal: los que lo desprenden son los últimos en enterarse. Deriva, mucha deriva. Inseguridad, flaqueza, falta de recursos… Eso es lo que transmiten. Todo es muy raro y hasta muy poco profesional. ¿De verdad que la estrategia electoral de los dos grandes va a ser sembrar el pánico por si gana Podemos? ¿No hay argumentos alternativos, sólidos y de fair play democrático? ¿No va a haber datos fiables, contrastados y serios para que podamos valorar los electores? Nos jugamos el futuro, no es por nada. Sembrar miedo provoca rabia, reacción, acción militante de todos aquellos que se están creyendo que el vuelco político en España es posible. Y esto no ha hecho más que empezar.
La gente se desnuda en televisión
Pero se desnuda de verdad. No me refiero a la trampa periodística de «fulanito se desnuda en esta entrevista y… lo cuenta todo». Cuando yo era adolescente, siempre me lo creía y picaba. Me podían las ganas. No, no. Ahora hay un programa donde la gente va directamente en pelotas. Ni rastro de erotismo, ni insinuación, ni una mera fantasía. A saco. En bolas. Y no solo eso: también acuden al plató así. Contra eso no podemos luchar, aunque yo nunca he entendido la televisión como una lucha o una guerra. Bueno, ya me entienden… Miré a mis compañeros, los imaginé desnudos y rápidamente me lo saqué de la cabeza. Cada uno debe ser consciente de sus limitaciones.
«Memorias en diferido» en Interviú