New York, hace unos años. Dos de las personas que más admiro posan para mi cámara cerca de Union Square. Urmeneta y Arguiñano. Tanto monta… dos cracks. Dos genios que no se comportan como tales. Y ahí está la gracia y el placer de compartir buenos ratos con ellos. De reírnos de todo, de disfrutar. Echo de menos aquellos ratos. Ojalá se puedan repetir.
Hace unos años
New York
«iAndreu» en Ara
Una de mis fotos favoritas
John Lennon en una azotea de New York. Año 1974. El autor es Bob Gruen y esta es una de mis fotos favoritas de todos los tiempos.
Quizás no sea espectacular pero me atrapa. Lennon tiene «la culpa». El ex-Beatle (posiblemente la última gran figura del pop rock) vive tranquilamente en New York, pese a los intentos de los conservadores más rancios de negarle la residencia. Él luchará contra eso durante años. En New York encontró la paz, la tranquilidad, crió a su hijo y se alejó del volcán «The Beatles».
Hay un fantástico documental sobre él, en el que aparece Lennon andando por la calle. Un niño que juega a baloncesto lo ve y se le acerca preguntándole: «Eh, John. ¿Cuándo volverán los Beatles». «La semana que viene», le contesta. Humor inglés. También encontró su propia voz, su inspiración, empezó a grabar en solitario, hasta que un loco sin alma le arrebató la vida delante de su casa en el edificio Dakota. Hace poco han vuelto a pedir sin éxito la libertad para el asesino. Ya van siete intentos.
La camiseta que luce John es una declaración de principios. «Esta es mi ciudad», parece decir en silencio. Todavía puede encontrarse en las tiendas de souvenirs. Y Bob Gruen estaba allí. Un fotógrafo que retrató a centenares de músicos y que expone su obra por todo el mundo con orgullo. Como soy un mitómano, hace poco me hice con una copia firmada por Bob. Lennon me mira cada día en mi casa, recordándome que imaginar es muy sano, llevar la contraria todavía más y que crear algo (por pequeño que sea) es un placer para compartir. Y todo, en paz.
Taller improvisado en New York
Mikel Urmeneta, el gran anfitrión, suele dejarme todo lo necesario para dibujar y pintar en su apartamento. Casi siempre aprovecho la ocasión.
Luego solemos intercambiarnos las obras e intervenir en la del otro. No puede ser más estimulante. Un noche salí a cenar y dejé el apartamento así. Pensé que si entraban a robar, saldrían rápidamente por patas.