Hoy, una foto del pasado. Les presento a mi padre a los tres o cuatro años. Hay tantos detalles en este retrato que necesitaría el triple de mi espacio habitual. En general, por la austeridad, un cierto aire de expresionismo, el cactus… Se diría que estamos en México y que Frida Kahlo está a punto de aparecer en algún momento. Alguien vistió a mi padre de adulto, le puso un puro en la mano y le pidió que estuviera serio.
Desconocemos los motivos. En lugar de captar la esencia de un niño, quisieron imaginarlo de mayor. Resulta imposible hacer algo así ahora. ¡Un niño con un puro! Estamos en lo más crudo de la posguerra, así que la incorrección sería el último de los problemas de aquella gente. El niño salió adelante y luego vine yo. Pero eso es otra historia.
«Fotodiario» en El Periódico