La tragedia es ese manto oscuro, una cortina translúcida de tristeza que llega sin avisar y transforma la vida, lo cambia todo. La tragedia es la expresión más radical del dolor colectivo que anula la alegría (se diría que la ahoga) y nos pone ese nudo en el estómago, nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad. No nos merecemos la tragedia. Nadie se la merece, y cuando aparece, araña nuestra alma con sus garras y no sabemos qué hacer. Nos desenfoca, nos distorsiona, nos altera… La maldita curva a cuatro kilómetros de Santiago se ha convertido en el epicentro de esa tragedia indeseada.
Alguien me decía por Twitter: «Cada día hay cientos de tragedias en el mundo». Sí, vale, pero el ser humano no puede gestionar tanto dolor y es normal que le afecten las más cercanas y piense: «Podía haber sido yo». Esa diabólica lotería. Como también es normal que se busquen explicaciones en este mundo actual tan inmediato e interconectado. «¿Por qué corría tanto ese tren en una zona limitada?». En las mismas redes aparecieron mensajes de sensatez. «No al linchamiento del maquinista». «No al juicio prematuro y sin toda la información». Estoy de acuerdo y me parece un signo de madurez social que se expresara todo eso y que se hiciera todavía con las ambulancias yendo y viniendo.
Así lo pensé.
Ahora creo que quizás me equivoque retwiteando una información donde se publicaban fotos y comentarios sobre el gozo de la velocidad en Facebook, por parte del mismo maquinista meses atrás. Una página que se borró tras el suceso. Confieso que no había ningún ánimo de linchamiento. Yo no soy así, ni la mayoría de la gente es así. Tampoco creo que el diario en cuestión lo pretendiera. Se trataba, se trata, de buscar esas explicaciones, de explicar lo inexplicable. «¿Por qué corría tanto ese tren?». Como si la explicación calmara el dolor, cosa que no es cierta, pero, insisto, está en nuestra condición humana. Todo volverá a una normalidad, pero no sirve esa palabra. Normalidad. Ya nada será normal para cientos de personas. Por el respeto a las víctimas, además de nuestro apoyo, quizás podríamos revisar cómo nos comportamos ante las tragedias. Todos: ciudadanos, periodistas, políticos… Todos.
«El Berenjenal» en Interviú.