Cada vez que salen a la luz los informes que evalúan nuestro nivel de formación, nos tiemblan las piernas. Lo del informe PISA, por ejemplo, es como si periódicamente nos colocaran unas orejas de burro a todos los españoles para recordarnos lo tontos que somos, lo mal que estudiamos y las consecuencias que todo eso tiene para nuestro futuro. Puro escarnio. El informe saldrá en diciembre, así que ya podemos ir preparando el capirote para colocarlo en la cabeza de nuestros jóvenes. Estarán muy contentos, ya verán. El Gobierno subiendo las tasas de las universidades para que solo estudien los ricos y, encima, vamos a recordarles que no tienen nivel. Muy bien, muy bien.
Mientras tanto, para ir haciendo boca y evitar que nos relajemos, se ha conocido el PIAC (Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias de los Adultos). ¡Otro! Este nos toca a todos. Ese tipo de informe del que nadie ha oído hablar (siempre preguntan a otros), pero que igualmente nos deja a caer de un burro, y nunca mejor dicho. El Periódico de Catalunya publicaba una portada demoledora: «Marca España». Una lista con todos los países de la OCDE, y nosotros, en el último lugar en lo que a comprensión de matemáticas se refiere. Unas páginas más adelante, Rafa Nadal, con su número uno del tenis mundial; pero nosotros, en la cola de veintitrés países estudiados. Parecería que nos va el deporte, pero lo de hincar codos… no tanto.
Escuché a un tertuliano por la radio con una interesante teoría: «El Gobierno podía haber filtrado o evitado el dichoso informe, pero, de alguna manera, el ministro Wert era el primer interesado en que todo esto se supiera y se aireara. Así tiene más fuerza para imponer su nuevo plan de educación». ¡Bueno! ¡Lo que faltaba! No hay semana que no salga Wert por algún lado. Siempre mal, claro. O sea: nos disparamos en el pie para aplicarnos la nueva medicina. Esta, ahora, se llama LOMCE. Por supuesto, ya ha nacido entre polémicas, sospechas y ese tufo político interesado que todo lo impregna. Vergonzoso. Todos los gobiernos hacen lo mismo: los mismos errores. Se confirmaría que no aprendemos, en el sentido más amplio de la expresión. ¿Cuántos planes llevaremos? Según parece, ahí está la madre del cordero. Hemos mareado la perdiz de tal manera que, al final, todo eso afecta, y mucho, al desarrollo normal de la educación de un país.
¿Somos tontos los españoles? No. Sencillamente nos gobierna gente que no está preparada, no aborda el tema con la profesionalidad y la amplitud de miras que necesitamos. Sin partidismos ni mandangas que caducan cada cuatro u ocho años. Haría falta gente -teóricamente, especialistas- que entienda el carácter sagrado de la educación y su estratégica importancia en la construcción de una sociedad. Y mucho más hoy en día, cuando no tienes suficiente con una carrera, se te exige saber de todo, ser polivalente, dominar tres o cuatro áreas de conocimiento e interconectarlas. Si no, te quedas fuera de esa autopista del conocimiento directamente relacionada con el progreso y el bienestar. No veo a nuestros dirigentes por la labor. Al contrario. El presidente mallorquín, por ejemplo, se saca de la manga lo del trilinguismo en las escuelas y monta un cirio porque la gente no es tonta y ve claramente que quiere arrinconar el catalán. Política educacional represiva y de vuelo corto, como el de las gallinas.
El Periódico cerraba su extenso reportaje hablando de Finlandia. Número uno mundial, educación totalmente gratuita, comida, libros, todo… Profesores excelentes y menos (y mejores) horas lectivas. Pues eso.
«El Berenjenal» en Interviú.