El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, es un fenómeno televisivo en toda regla. Pocas veces en mi carrera, había visto tan de cerca (y disfrutado), la capacidad innata de comunicar sin esfuerzo, tan sólo echando mano de la naturalidad, la capacidad de expresión directa y sincera y una simpatía que se tiene o no se tiene. Puedes darle las vueltas que quieras al tema, pero hay gente que traspasa la cámara y «llega» al espectador y otra que no. Es lo que hay y, Revilla, está en el primer grupo.
Cuando la semana pasada, cumplió el sueño de conseguir una rueda de fórmula 1 para Juan de Salamanca, lo vi todo muy claro. Revilla ya está en lo más alto y ha venido para quedarse. Hay más cosas. Me gusta el respeto y el aprecio que nos tenemos, fuera de pantalla. Revilla va a lo suyo, pero no escatima en apoyo y buenas palabras. Es un hombre entregado a su comunidad y va a donde sea para decirlo alto y claro. Bueno a donde sea, no. Tampoco vayamos a creer que Revilla, con su experiencia, no nos ve venir a todos. Detrás de la imagen campechana, hay un político realista y práctico. Un hombre sincero que ha hecho de su libertad su encanto y de su personalidad, un personaje televisivo de primer nivel. Ya tengo ganas de que vuelva.