Un limón y una manzana que no se parecen pero «tienen un aire». Quizás sea porque son hermanos por «parte de huerto». Han nacido y se han criado uno al lado de la otra. Chico y chica. Han respirado el mismo aire, han aprovechado el mismo sol y el mismo agua. Si tuvieran sentimientos (algo que todavía no se ha descubierto, pero quién sabe); se querrían fraternalmente. Vivo desde hace años fuera de la ciudad y esa es una de las mejores decisiones que jamás he tomado. Ahora tenemos huerto y cuidamos nuestros árboles. Hay una agradable armonía en todo eso. Una pequeña paz. La naturaleza no pide nada, ni se las da de nada. Hay una honestidad, una lección diaria y un fruto generoso. Solo hay que observar y… relajarse (un poco).
«Fotodiario» en El Periódico