Aquella cena se alargó. Como todas las cenas en las que estás a gusto y el tiempo pasa a ser algo secundario. Comimos, hablamos, reímos y alguno hasta cantó. Se sirvieron licores. Botellas y una cubitera. Un detallazo. Yo llevaba (como siempre) un rotulador en el bolsillo. No sé si alguien me vio, pero decidí decorar una botella de whisky para que quedará constancia de aquella velada. Estábamos en Madrid, pero imaginé que vivíamos en la fría y verde Escocia. Quizás allí, otros amigos decoraran una de coñac. Quién sabe…
«Fotodiario» en El Periódico