Además de necesaria, es fotogénica. Los de la publicidad, siempre mojan las calles antes de rodar el anuncio. Por algo será. Los cielos encapotados suavizan y filtran la luz. La ciudad es un inmenso plató de fotografía. El agua llena de brillos el paisaje y las gotas son esos pequeños milagros diminutos que se pegan en los cristales.
La gente se comporta de otra manera. Camina de otra manera. Cuando llueve en Barcelona (no muy a menudo, por cierto), no puedo dejar de disparar fotos.