No tengo ninguna prueba, pero estoy convencido de que esos tipos que esperan días a las puertas de las tiendas Apple para adquirir el último producto, los pone la misma compañía.
No hay una campaña de márqueting mejor. Apple basa parte de su encanto en el deseo, en el ansia, en la sensación (solo es una sensación) de plenitud que otorga tener «lo último».
Y lo último siempre se queda antiguo. Cuando ya estás satisfecho y tienes tu dosis, se sacan de la manga una nueva versión y así vuelve el ansia y sus beneficios. Me quito el sombrero. En plena fiebre consumista con centenares de marcas buenísimas, ellos a lo suyo.
Ahora han sacado el iPad 3 pero lo llaman iPad. Sigue sin poder dibujarse bien, no acaba de ser un portátil aunque ya se le acerca, pero todo eso no importa nada. Dentro de un año sacarán otro que habrá mejorado al actual. «Ya lo tienen, pero no lo quieren sacar», solemos conspirar. Eric Ladd, el de la foto, pasó treinta y seis horas a las puertas de la tienda en New York para conseguirlo. Pagando, claro.
Pensé en Apple durante el último congreso mundial de telefonía celebrado en Barcelona. Ellos no estaban y a mi me extrañó. Todos los mejores fabricantes del planeta, menos los autores del iPhone. No solo eso: en mitad del congreso, lanzaron una nota de prensa anunciando un importante evento para dentro de unas semanas. ¿Por qué? Calculada estrategia otra vez. Ellos se montan sus eventos. Si te portas bien, te invitan. Y, si no, a hacer cola como el de la foto, a «desear» y a formar parte del club. Saben que tienen un producto diferente, que marcan tendencia y que van destacados, así que actúan en consecuencia.
Está por ver si los sucesores de Steve Jobs van a saber mantener este estilo de singularidad, misterio calculado, innovación y elitismo asequible. Yo, por mi parte, voy a sumergirme en el mundo Android donde tampoco nadie regala nada. Nadie regala nada en ningún lado y casi no hablo por teléfono pero ahí estoy… pillado como todos.