Esta es una imagen de la «normalidad», aunque la palabra a veces no me gusta demasiado. «Normalidad», aquí, significa que Eva Hache viene al programa y sin ningún problema repasa sus tres años en la trinchera de la madrugada. Y la recibimos con cariño, como deben ser recibidos los buenos compañeros. Las rivalidades se las inventan otros. Nosotros sabemos lo que significa dejarse la piel con los chistes. Mucha suerte Eva.
Lo que no es tan normal es que Javier Sardá, que acaba de publicar un libro, no quiera venir al programa. Suelo respetar las negativas de los invitados, pero en este caso se me antoja que no, viene cargado de falta de compañerismo. Nadie como Sardá para conocerme (trabajamos cinco años en la SER juntos).
Nadie como él, para saber lo importante que son los buenos invitados en programas como el nuestro. Seguiremos con nuestra línea de buenos contenidos. Al menos, lo intentamos. Aunque la trastienda del programa, está llena de miserias, sorpresas, bajezas y una falta de unidad en esta parodia de show business que es la industria del espectáculo en España. A veces es descorazonador, pero a los cinco minutos te vienes arriba. Soy tan tonto que me gustaría que todos fuéramos amigos, nos respetáramos, nos ayudáramos y tomáramos unas cañas. Por lo que parece, no puede ser. Bueno. Pues vale.