La vida misma, sin sorpresas, sería de lo más rutinaria y previsible. De la misma manera, cuando las sorpresas son desagradables, nos entra una especie de desazón, una rabia y hasta una impotencia. Así pues, ¿cómo quedamos? Imposible llegar a un acuerdo. No olvidemos que somos humanos, que cada uno es de su padre y de su madre y que la percepción de las cosas es algo muy personal. Algunos vivirán las sorpresas como giros agradecidos del destino. A otros (más bien cenizos o directamente gente poco interesante) cualquier cosa que se sale de la norma les obliga a replanteártelo todo, a dudar e incluso… ¡a pensar! ¡Y eso sí que no! Hay gente que no quiere pensar demasiado, que ya viene pensada de serie (o eso creen ellos). Gente que tiene la porosidad del acero inoxidable.
Conozco a un tipo que sostiene que, a sus treinta y pico años, ya tiene todos los amigos que necesita. No desea más. Tampoco está interesado en nuevas creencias (lo matricularon como católico aunque no va a misa ni practica), ni en nuevos hobbies, ni en las tecnologías actuales (abomina de las redes). Dice que le da pereza todo lo nuevo y que ya tiene suficiente trabajo digiriendo lo que sabe. No es mal tipo, pero podría ser que hubiera muerto en vida y todavía no nos hemos enterado. Ha adoptado el escepticismo rancio e inmovilista como bandera, es un auténtico frontón con patas y ahí está el tío, «viéndolas venir», según sus palabras. Me pregunto si este hombre/zombi del que les hablo vio la 'Operación Palace' de Jordi Évole en laSexta. Un fantástico ejercicio de ficción sobre un episodio fundamental de nuestra historia. Juraría que lo vio y que no le gustó. En realidad no le gustó que le engañaran, que le sorprendieran con una pieza que exigía concentración hasta el final y una amplitud de miras, digamos mediana. Jordi apostó por la sorpresa, por saltarse la norma y abandonar el territorio más cómodo para él y para todos. Y yo me pregunto: ¿cómo puedes estar en contra de alguien así? Alguien que arriesga, que mueve los límites mentales, con lo sano que es eso y apela a nuestra inteligencia. ¿Qué hizo mal? Hay una corriente que opina que perdió credibilidad como periodista. ¡Vamos, hombre! Tenemos a periodistas haciendo anuncios de bancos y de caldos de gallina como si tal cosa. Tenemos a periodistas que no hacen una entrevista interesante desde hace veintidós años. Otros que escriben o hablan al dictado de su grupo editorial (el paro es un monstruo que está ahí). Con todo ese panorama, ahora vamos a discutir si uno de los mejores, por un momentáneo cambio de formato y de registro, ha dejado de ser creíble. La duda ofende.
Según mi modesta opinión, el mundo del espectáculo, del entretenimiento, está basado en la sorpresa. La considero una pieza fundamental del ADN creativo. Aunque no lo sepamos, estamos esperando que nos sorprendan porque eso subvierte el orden y la lógica y a partir de ese momento, las cosas son interesantes, únicas, especiales, creativas y en algún caso hasta geniales. Jordi dejó claro que, por una vez, iba a hacer espectáculo. Un espectáculo que echaba sus raíces en la información de un episodio histórico ya superado, vale, pero espectáculo a fin de cuentas. Y lo hizo muy bien. Como siempre.
«El Berenjenal» en Interviú.