Genial viñeta de Toni Batllori el pasado jueves en La Vanguardia: un periodista, micrófono en mano, pregunta a Rubalcaba -que conduce una furgoneta con las siglas PSOE y la rueda pinchada-: «¿Cómo está?». «Bien. Soy optimista», le contesta. Y añade: «Todavía nos podemos estrellar en Cataluña».
Resume muy bien el momento de la izquierda en España: normalidad (aparente) ante el descalabro y una impostura pública que no hay manera de creerse ni hartos de vino. Hay alguna corriente crítica, es justo decirlo, pero lo que predomina es ese discurso habitual ante los trompazos electorales: «Bueno, la política son ciclos y ahora hay que hacer una lectura en profundidad para recuperar la confianza de nuestros electores». Vale, ¿y eso cómo se hace? Ya que apelan a una lectura profunda, sería bueno plantearse algo terrible para el PSOE: la gente con ideas de izquierdas, la gente crítica con el Estado, sus recortes, su sumisión a la banca y a una Europa calvinista, ya no cuenta con el PSOE. (No cuentan con ningún partido en realidad). Es como si hubiera otra izquierda, nueva y urgente, que se opone a los desahucios, que rodea el Congreso, que planta cara a los bancos, que dispara verdades desde la rabia del presente y la incertidumbre pastosa y viciada del futuro. Esa gente no reconoce a Rubalcaba como líder, ni a Navarro en Cataluña, donde se juega otra batalla más compleja y profunda.
Ya no es que el neumático esté pinchado, es que el coche no sirve, es que las carreteras no sirven, es que los mapas que nos dan para salir del atolladero no gustan, no parecen justos ni adecuados. Así las cosas, cuando los GPS indican continuamente a la derecha, la izquierda se busca y no se encuentra. Y, cuando lo hace, el PSOE no sale por ningún lado.
«El Berenjenal» en Interviú.