Mitt Romney, candidato republicano en las próximas elecciones norteamericanas, dijo que no entendía por qué no podían bajarse las ventanillas de los aviones. Luego tuvo que matizar y disculparse. Como cuando dijo que no le preocupaban los muy pobres porque esos ya votaban seguro a Obama. Más disculpas.
Creo que los políticos se dividen entre los que son capaces de decir sandeces y los que, aunque las piensen, se las callan. Malos tiempos para el gremio en todos los países. Eso ya lo sabíamos. Y por si no nos acordábamos, miles de personas lo recordaron rodeando simbólicamente el Parlamento español. La policía, siguiendo órdenes, se puso las botas a porrazos y pelotazos. Mal. Triste, violento… mal.
En estos momentos, en los que la política y sus profesionales están en el punto de mira de una sociedad muy cabreada, es cuando hacen falta más que nunca políticos de verdad. Hombres y mujeres dispuestos a escuchar a la calle, a actuar en consecuencia, a plantar cara al destino con políticas justas, adaptadas a los tiempos. Hombres y mujeres que se dejen sus convicciones inamovibles en casa y abran su mente a negociar lo que haga falta para el bien común. Hombres y mujeres de Estado. La situación es tan grave, histórica e importante que se llevará por delante a todos los políticos resultadistas, partidistas, interesados, antiguos e intolerantes. Solo sobrevivirán los que estén a la altura de las circunstancias y no menosprecien la fuerza más grande que hay: el poder de la gente. De la gente de la calle.
«El Berenjenal» en Interviú.