Es una viñeta de hace más de un año pero sigue vigente. Siempre lo estará. Por desgracia. O no. El gran Eneko refleja los continuos equilibrismos de palabras y de ideas que manejan (o deberíamos hacerlo) los humoristas. Decir sin que lo parezca. O sí: ir de cara con la risa por bandera. Señalar riendo y abriendo las mentes. Dejar la carretera principal de la corrección y el discurso único e interesado para coger las secundarias del sentido común, del sentir popular, el latido de la calle, de los bares, de la gente normal. Ahí nace el humor.
«Los cómicos hacen reír y los humoristas además hacen pensar» —dejó dicho George Burns—. Buf!!! Que responsabilidad pero como mola!!! Los humoristas: tan necesarios como vigilados. Tan celebrados como temidos. Quizás en la adrenalina de esa búsqueda constante, de esos malabarismos, ese driblar al poder, esa provocación pura y dura cargada de complicidad con sus seguidores, reside su atractivo y su adicción. Porque esto es una adicción (legal, de momento) en toda regla.