Una vez hice obras, muchas obras en la casa antigua que me compré. Fue un infierno de cemento, proveedores, medidas, pasta, berrinches, fallos, cambios, permisos y un etcétera infinito. Me dije: «Nunca más». Pero, por lo visto no me escuché porque el sábado comprobé que ya estaba metido en otras obras. ¿Qué extraño mecanismo nos hace olvidar los malos momentos, haciendo posible que caigamos en la misma trampa una y otra vez?
Obras
Martes, 25 de enero de 2011