Ya no sabemos vivir sin el teléfono móvil. Este artilugio con nuestro presente. Para lo bueno y para lo malo. Últimamente para lo regular, tirando a malo. Parecería que las buenas noticias están en vías de extinción. Se han ido o están escondidas, en vista del panorama. Consultamos casi compulsivamente nuestro teléfono esperando… «Ahora me van a llamar o me van a mandar un mensaje comunicándome que todo está arreglado. Podremos volver a celebrar sin remordimientos, a sonreír sin rubor, a soñar sin límites». Piensas cosas así, pero lo que te llega es una alerta (el nombre ya inquieta) diciéndote que un ministro la ha vuelto a liar o que la deuda crece, la economía se contrae… Todo muy agradable. Al final, cuando se acaba la batería, se siente un pequeño alivio. Mañana será otro día.
«Fotodiario» en El Periódico