Desde el punto de vista del programa, puede que Jordi Pujol sea uno de los mejores invitados que jamás hayamos tenido. Y también uno de los que más se ha hecho esperar. El jueves pasado, fue la primera entrevista que le he hecho en televisión y, si tenemos en cuenta que empecé en esto allá por el año 1995, pues no está mal la espera. Hay que decir que el ex President de la Generalitat siempre se disculpó y argumentó su negativa. Incluso llegó a invitarme a comer para explicármelo. Sin embargo, algo cambió desde el programa 500 en el que apareció por teléfono y se comprometió a venir. Y cuando Pujol va a un programa, sabe administrar su encanto, sabe jugar y dejar jugar (mucho más ahora, que cuando era presidente) y, en definitiva, se comporta tal como esperamos los que hacemos televisión.
Pujol (al que muchos siguen echando de menos, sobretodo en su partido), representa una parte de la historia de Catalunya y de España del último cuarto de siglo. Tenerlo, allí en el sofá, después de tantas gestiones y comprobar el resultado entre la audiencia, es un motivo de orgullo para un programa de cómicos. Quedaría mejor o peor, la entrevista. Pero se hizo lo que se pudo. Y allí estaba.