Se me ocurrió rastrear en mis archivos de fotos. Es lo que tiene disparar todo el rato y guardarlo. Me encontré con una que me asombró en su momento y de la que no me acordaba. Mi perro de entonces, Big, alucinando con los gráciles saltitos de una rata de ciudad que, lógicamente, consiguió escaparse.
Por eso llevo la cámara siempre encima.