Sandro Rosell empezó a ganar las elecciones, el día que dejó a Laporta por desavenencias, pese haber conseguido dar el campanazo y revolucionar el Barça. Algo rechinó. Rosell puso su credibilidad en una cuenta corriente que ahora le ha dado un gran beneficio: la presidencia. Se fue porque no le gustaba el estilo Laporta y, ahora, siete años después, el socio dice lo mismo y vota ruptura con el pasado, mantenimiento del proyecto deportivo, Guardiola intocable y más clase por favor.
Los catalanes somos discretos, va con nuestro carácter. No nos gustan (nos incomodan) las salidas de tono, las bravuconadas y los discursos incendiarios a la defensiva. Podemos pedir la luna, pero siempre con respeto y dignidad. Ganamos por currantes, perseverantes y concentrados en lo nuestro. ¿Una prueba? Guardiola. Y eso es lo que el socio le ha dicho a Rosell: «Vale, ahora tú, pero no nos hagas quedar mal y queremos seguir ganando». Este es su reto.
En las últimas horas, me han dicho que me gusta Rosell porque le hemos ayudado como EL TERRAT en la campaña. No. Es al revés: le hemos ayudado (y trabajado como profesionales) porque nos gusta. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Me puse duro en Twitter y pedí respeto a las opiniones. Felicito a mis compañeros, a Rosell por supuesto y al socio del Barça que ha vuelto a demostrar que él lleva las riendas del destino de un gran club. Y ahora, a trabajar. Como siempre.