Llego a San Francisco y leo que Steve Jobs ha muerto. Maldita coincidencia. Aquí, en la ciudad de la tecnología, de la innovación, de las comunicaciones del siglo XXI ya se echa de menos al genio. Aquí y en todas partes porque su influencia era global.
Se ha ido el hombre que hizo atractivo algo tan frío como un ordenador, algo tan mecánico como un reproductor de música o algo tan estúpido (hasta el iPhone) como un simple teléfono.
Es recomendable revisar sus conferencias, sus textos, cómo animaba a todo el mundo con ideas y luchar por ellas, a pesar de los agoreros y los cortos de miras.
Un genio es alguien perseverante en su ilusión y en su pasión. Ojalá hayamos aprendido algo.