Si te gusta el arte y estás en Nueva York, acabas adoptando a Andy Warhol como un santo laico de la religión de los estetas. Es omnipresente.
El artista del pelo blanco me persigue por todas partes. Me mira desde una foto en la habitación del hotel, me espera en los libros de arte a la venta, su nombre cuelga de las pancartas de Union Square. Estuve en Whasington y visité, como no, una exposición de Warhol.
Si existiera una posibilidad de que el fallecido leyera estas líneas (cosas más raras se han visto) aquí le dejo el retrato que me gustaría. No soy Mao, ni Marilyn, ni todo lo contrario pero por pedir que no quede.