Una vez me puse a calcular las horas (días) de mi vida que he malgastado buscando aparcamiento. Lo dejé porque me estaba poniendo de mal humor. En esos momentos de absurda romería en los que deambulamos al volante a 10 por hora, los vados son nuestros enemigos. «¡Mira, allí! Ah, no… Es un vado» No es de extrañar que el día que su propietario dejó de pagar, todos se ensañaran con el cartelito de marras. Había mucha rabia acumulada.
«Fotodiario» en El Periódico