Tú puedes estar en el mejor restaurante del mundo que, si te sacan un plato con aceite y un buen pan, se te va la mano y no puedes dejar de probarlo. Es así. El aceite es la sangre que corre por las venas de nuestra cultura gastronómica. ¡Toma frase!
Recuerdo la otra noche, cuando vino Sara Montiel, y contó que le hacía huevos fritos con aceite a Marlon Brando en Hollywood. «Allí los fríen con mantequilla», dijo con una mueca de asco.
Yo tengo la suerte de poder «coleccionar» aceite. Me lo traen muy a menudo los espectadores. Tengo oro líquido de todos los rincones de España. Un verdadero lujo. Incluso suelo regalarlo. Me lo traen de mi comarca, el Baix Camp en botellas de cinco litros. De un verde dorado que levantaría al Imperio Romano de sus tumbas.
Bueno, paro que me emociono. Viene mi cumpleaños y ya he dado una pista para los regalos.