Una joven seguidora del ‘Nadie’ me enseña su tattoo. «He pasado una mala época y me habéis ayudado. Escuchaba el Nadie a todas horas».
La broma entra por la piel y ahí se queda. La prueba de que, a pesar de todo, podemos ser felices.

Una joven seguidora del ‘Nadie’ me enseña su tattoo. «He pasado una mala época y me habéis ayudado. Escuchaba el Nadie a todas horas».
La broma entra por la piel y ahí se queda. La prueba de que, a pesar de todo, podemos ser felices.
Así las llamamos en el ‘Nadie’: cárnicas pero sobretodo, si me permiten, personas.
Un montón de buena gente que decide conscientemente invertir dos horas de su tiempo para ver como Berto y un servidor improvisamos como si no hubiera un mañana.
Un cómico sin público es solo un señor diciendo tonterías. El público es la mitad de nuestro trabajo. Su complicidad nos completa y nos justifica. (Espero que también nos perdone). Gracias y Samanté por seguir ahí después de tantos años, en Madrid, en Barcelona o allá donde vayamos con nuestra ceremonia de la ignorancia.
Un hombre se me acerca en un restaurante. «Solo quería darte esto. Gracias». Y se va. Miro la nota y me emociono. Y decido colgarla en mi camerino para que me recuerde lo importante que es nuestro trabajo.
Gracias Asier por el regalo. Y, sobre todo, por el envoltorio. Con los años me hago más y más agradecido. Valoro mucho el tiempo, las ganas, la delicadeza de todos aquellos seguidores y seguidoras que nos regalan cosas. No importa el valor, es el detalle. Y siempre me emociona. Así que, gracias Asier y a todos los «asieres».