No soy un buen periodista y lo sé. Resulta que viene el Papa de Roma a Barcelona y yo me voy a Valencia. El Pontífice consagrando la Sagrada Familia y yo viendo tenis y motos. Consagrándome a la amistad con Karlos Arguiñano que me ha hecho de maestro de ceremonias en Cheste, en mi primer gran premio. Lorenzo también se ha consagrado como el mejor del mundo. En lugar de rezar y/o recogerme, me he comido un solomillo rebozado en Chiva y una paella en el circuito. Y he reído, viajado y confirmado que Valencia es diferente la mires por donde la mires.
La amistad es la mejor de las religiones.