No sé si los políticos catalanes son conscientes del enorme capital emocional e histórico que los ciudadanos han puesto esta vez en sus manos. Supongo que sí y estaría bien que así fuera, porque tiene pinta de ser la última vez. El millón y medio de personas que salieron a la calle el pasado 11 de septiembre no dejaba lugar a dudas. Salió la gente, sin partidos, y ahora son estos los que deben estructurar, debatir, negociar y vehicular todas las aspiraciones. Ellos y solo ellos. Los que escogerá la gente que va a ir a votar.
En Cataluña no se vota a José Bono, por ejemplo, así que sus opiniones (temerarias, inapropiadas y basadas en el desconocimiento, aunque le pese) son mero folclore, ruido de fondo que no aporta nada. Quizá solo un poco de confusión, por lo que: muchas gracias, señor Bono. (Modo irónico). Todos los Bonos de España deberían ser conscientes de que el tablero, esta vez, es Cataluña. Y que aquí no somos ni tontos, ni suicidas, ni monstruos de otro planeta. Y en ese tablero juegan todos los partidos y a todos hay que respetarlos. ¡Faltaría más! Desde el mesiánico Artur Mas con los brazos extendidos, hasta el partido más pequeño y radical. Ahí está Pere Navarro, del PSC, en ese plano tan cerrado mirando a cámara. Quizá no abran más el objetivo porque entonces se vería que el partido está patas arriba. O Alicia, la popular, tratando de encaramarse a la segunda posición en el Parlamento, repitiendo esa confusa doctrina rajoísta. O Esquerra con su «somos nosotros los que empezamos a hablar de independencia»…
La democracia era esto, ¿no? ¡Que hablen, hombre! Yo quiero una Cataluña donde todo el mundo pueda expresar lo que sienta, donde yo pueda hacer comedia de ello. Y todo sin ningún miedo, y después… habrá que actuar en consecuencia. Repito: la gente no es tonta y sabrá escoger lo que mejor nos convenga en este momento. Ahora que parece que el destino lo dictan Merkel, China u Obama, hay una pequeña aldea gala que quiere decidir su futuro. ¿Dónde está el problema? Los problemas, como dicen los libros de autoayuda, son en realidad oportunidades.
«El Berenjenal» en Interviú.