Los clásicos nunca mienten

Miércoles, 3 de octubre de 2018

Como fan acérrimo de Groucho Marx debo decir que no podían hacerme mejor regalo los guionistas de 'Late Motiv' con la pieza de anoche. Por eso lo hicieron: porque no lo saben. «Un día de estos voy a pensar seriamente en pagarles» (dicho a lo Groucho).

Meterte en la piel de un clásico es un ultraje amigable que proporciona una gustera estratosférica. Me dió por andar y andar. Y surgió la magia. Un tema tan complejo como «El Procés» por fin podía ser diseccionado a machetazos de ironía. Yo solo hice de medium cómico. O sea la mitad de un cómico. La otra mitad era un genial señor con bigote que era el más libre y gamberro de aquel mundo en blanco y negro.

Bendito seas Groucho y gracias por la parte que no te toca.

Eterno Rubianes

Lunes, 16 de abril de 2018

Pepe Rubianes sigue siendo uno de los personajes más queridos y recordados de Catalunya. No importa que, desgraciadamente, nos dejará hace unos años. El cariño sigue ahí. Se acumula, duele su ausencia.

El pasado domingo tuvimos el honor de asistir a la inauguración de su calle en la Barceloneta. Un «pedazo de calle, nene» que diría él. El Rubianes descreído y sardónico al que todo «se la pelaba», aunque no fuera cierto del todo. También era sentimental, cariñoso y con un alma de bufón pegada a la calle, la oreja siempre puesta en el sentido común y la verdad de la gente que él amplificaba a su manera, con sus maneras.

Hizo del exabrupto (siempre merecido por sus destinatarios) un arte. Hizo poesía surrealista, viajó como un loco, se inventó vidas y lo contó desde los escenarios para deleite de las masas. Las masas buenas. Las críticas y libres que no tragan con el sistema. El se encargaba de desenmascararlo función a función. Era un género en si mismo. Ese Pepe paseante urbano, estaría encantado con su calle. Porque se la merece. Así lo sentíamos todos durante el acto. Uno de los más bonitos y a la vez tristes que me ha tocado vivir. Al lado del mar. Con un sol que nos derretía, como si el propio Rubianes dijera «ya os traigo yo la primavera, mamones. Que no sabéis hacer nada sin mi». Y tendría razón…

Hablar sin prisa

Lunes, 10 de abril de 2017

He tenido el placer de hablar sin prisa para la radio (Catalunya Ràdio) con Ricard Ustrell. No es tan habitual y por eso lo celebro. Ustrell es uno de los valores al alza de la comunicación en Cataluña. Un joven con mucha experiencia, un gran equipo y una infinita curiosidad, que traduce cada semana en un programa cargado de talento. Sabe preguntar y sabe escuchar. Te hace sentir cómodo y eso es, siempre, el preámbulo de una conversación sincera y espero que interesante.

EL SUPLEMENT

Empieza el baile

Miércoles, 13 de enero de 2016

Escribo esto mientras el taxi pasa por delante del Bernabéu. Ya ha empezado el baile. Se levantó el telón. La suerte (?) quiso que el nuevo President Puigdemont y un servidor guardemos un parecido más que razonable. De ahí a la peluca había un paso. Y lo dimos. El primero de los muchos que vamos a dar. Siempre al borde del precipicio, que es donde vive la comedia. Me siento feliz. Contento, motivado, apoyado. Todo lo necesario para volar cada noche con mi equipo. ¡¡¡Que no pare la música!!!

Andreu Puigdemont

Orgulloso de ser de Barcelona

Miércoles, 10 de junio de 2015

Eso es lo que he sentido en los últimos días, después de las elecciones. Sí, yo me siento orgulloso de ser de Barcelona. Otra vez. Con el triunfo de Ada Colau, Barcelona ha vuelto a mandar un mensaje al mundo. Un mensaje de compromiso, de salud democrática y de desafío. No será fácil. Nada es fácil. Y todo eso sucede en el momento preciso y necesario, incluso yo diría que un poco tarde ya que el barro de la crisis se está secando, que todavía es peor. Ahora que todos tenemos claro que el capitalismo se ha pegado un trompazo de mucho cuidado e intenta reconstruirse sin aprender la lección, llega una mujer, una gente, muchos votantes, que han dicho: «¿Y si hacemos las cosas un poco más justas? ¿Y si el dinero de todos lo invertimos mejor?». Y han ganado.

Recuerdo cuando los partidos tradicionales decían que los antisistema (otro término malicioso inventado por los apoltronados) hablaban mucho pero debían someterse al juego democrático y presentarse a unas elecciones. Pues lo han hecho y han ganado. Así es como Colau ha llegado a la alcaldía. Con toda la legitimidad. Una mujer fogueada en el activismo y las luchas sociales (hay que ser cretino para minimizar esos valores) que se ha visto aupada al primer cargo público de la ciudad. Eso, aunque no la hayas votado, debería hacerte sentir bien, orgulloso de ser de Barcelona. Debería emocionarte, hacerte sentir vivo. Deberías apartar a un lado tus intereses personales (con lo difícil que es eso, lo sabemos) y tus preferencias políticas y pensar en la ciudad, en TODOS los que viven aquí. Deberíamos reparar en este jodido presente y en su futuro todavía por escribir. Yo, con una niña de dos años y medio, puedo asegurarles que lo hago y con más fuerza que nunca. Deberíamos pensar en las familias, una de cada cinco, que viven por debajo del umbral de la pobreza. En todo lo que se esconde debajo de las alfombras de una ciudad turística, preciosa pero muchas veces de postal. Barcelona no estará completa si no es más justa.

No creo que se trate de destruir lo bueno conseguido, sino de arreglar lo que no nos gusta. Por eso no puedo entender a los apocalípticos. Aquellos que se la cogen con papel de fumar y vaticinan el caos. ¿De qué caos estamos hablando? Cualquiera diría que esto es el paraíso y han forzado la cerradura. ¿De verdad creen que Colau y los suyos van a perjudicar la ciudad que aman, en la que han nacido y quieren prosperar? ¿Me están diciendo que les va a mover un espíritu de revancha en lugar de una gestión honesta? Está bien, puedes pensarlo si eres retorcido, pero volvemos a lo de antes: toda esa gente estará en una institución pública, podremos seguir y valorar todo lo que hacen y, si no nos gustan, podremos no votarles en las próximas. Se trataba de esto, ¿no?

Cuando escuchas a un poderoso sembrando sus miedos antes y después de las elecciones, piensas: «Vale, es normal, está viendo peligrar un estilo de vida, su red de intereses, una compleja telaraña de complicidades y apoyos. Es normal que vea a los afectados por las hipotecas como enemigos». Pero cuando dicen lo mismo gente como usted y como yo en esas tertulias que nacen como esporas, ahí ya me pierdo. ¿En nombre de quién hablan y opinan?

Tampoco me sirve el famoso debate identitario catalán. Lo de que todo esto va ser malo para el denominado procés hacia la independencia. Como dejó dicho Shakespeare, «todo lo que sucede conviene». Las elecciones municipales han dicho muy claramente que hay que incorporar el componente social en la gran reivindicación nacionalista. Si no se hace, me temo que no hay partido. O ese partido no se va a ganar. Es muy lícito pensar solo en términos emocionales, pero si se quiere llegar a una mayoría, habrá que traducir a social, a real, a pragmático y a justo, todo el ideario catalanista. Creo que hay un montón de gente esperando eso. Y muchos han votado a Colau que, por cierto, está por la labor de un referéndum, del derecho a decidir. Pero decidir ¿qué? ¿Cómo será ese nuevo país? Queremos imaginarlo con pelos y señales. Y luego votarlo.

Esta es la ciudad que me acogió a principios de los noventa cuando vine con mi proyecto radiofónico bajo el brazo. Todo estaba por hacer y me dejó hacerlo todo. Una ciudad generosa, moderna, olímpica. Recuerdo aquel tiempo, como una época en la que todo parecía posible. Se notaba en la cara de la gente, se respiraba porque estaba en el aire. Luego pasó el tiempo y se estandarizó en su modernidad hasta verse engullida, como todas, por el colapso del sistema. El domingo de elecciones volvió a mandar señales de vida al exterior. Sigue vivo su espíritu inconformista y avanzado a pesar de todo. Por eso me siento orgulloso de ser de Barcelona.

«Memorias en diferido» en Interviú

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