Todo bien
Lunes, 30 de octubre de 2017
Todo irá bien…
Martes, 24 de octubre de 2017
Cuidado
Martes, 18 de abril de 2017
En los tiempos actuales, parece que la mayor amenaza sea el sentido del humor, la sátira, el sarcasmo… Ese que ha existido siempre desde que el mundo es mundo y que tiene como único fin el alivio ejercido desde la libertad. No son un peligro los líderes mundiales enloquecidos, el creciente desorden internacional, la inacción interesada ante los conflictos. No es un peligro el capitalismo feroz que se reconstruye desde las alcantarillas, ni esos cargos públicos que se pasan lo público por lo púbico. No es una amenaza la corrupción que pudre el sistema haciéndolo cada vez más insano e insolidario. Todo eso no. El humor, los cómicos profesionales y los ocasionales son el peligro. Pues vale…
Maldita muerte
Miércoles, 1 de abril de 2015
Ya está la maldita muerte arañándonos el alma otra vez. Sin piedad y por sorpresa, como solo ella sabe hacer. Intuimos que está ahí, al acecho, pero tratamos de ignorarla, de hacer nuestra vida como si nada. Ese sería, por cierto, el acto supremo de supervivencia: vivir ignorando que todo se acaba algún día. Pero ella siempre gana, a veces injustamente, precipitadamente, haciendo trampas. En la última semana, un avión de pasajeros se estrelló en los Alpes y toda nuestra fragilidad y nuestra pena se pusieron en evidencia. Una triste evidencia. «Estamos aquí, donde no queremos estar», decía una periodista. Voces serias, datos espeluznantes, muchas imágenes, alguna conjetura, pero sobre todo vidas truncadas. Silencio y una sola palabra que salía de nuestras bocas al ver las noticias: «¡Joder!». También fue un reto para los periodistas: el de contar lo sucedido sin hurgar en el morbo, respetando a la gente, a las familias, al propio hecho noticiable y no sus alrededores escabrosos. Diría que lo consiguieron, salvo algunas y previsibles excepciones.
Por una maldita casualidad, yo me encontraba presentando un festival teatral de comedia que inauguramos el próximo verano en Portaferrada. Se llamará Singlot. ¿Se puede reír en un día negro? No, claro. Solo se puede mostrar respeto y echar mano de un tópico tan manido como real a pesar de todo: «La vida continúa». Porque es verdad aunque no lo parezca. Luego, por la noche, mostramos nuestra solidaridad en el primer minuto, el público aplaudió (era su homenaje) y nos pusimos al lío. Es difícil, pero hay que hacerlo. Horas antes, un zarpazo de mezquindad arañó las redes. Algunos impresentables se alegraban en Twitter de que los desaparecidos fueran catalanes. La cara más oscura del ser humano. Ahí sí tiene que entrar la Justicia a saco. O se sanciona el exabrupto ofensivo sin que se pueda confundir esa intervención con censura, o se están dando alas a los desalmados. No nos lo merecemos. Por deleznable que fuera, no pudieron empañar una jornada de duelo y de sensibilidad a flor de piel. Y cuando estábamos digiriendo eso (si es que se puede), nos enteramos de la muerte de Pedro Reyes.
Un hombre que nunca debería morir
Así lo pensé. «Hay gente que nunca debería marcharse. Pedro era uno de ellos». El surrealista irreductible, la locura con patas, el payaso moderno que vivía y trabajaba al margen de todas las corrientes Era un género en sí mismo, un placer de compañero. Tuvimos la suerte de trabajar con él hace un tiempo. Le propuse una aparición semanal en nuestro programa. Hablaríamos sin guion previo, algo que me chifla y que solo puedes practicar con los más grandes porque de lo contrario es un camino de piedras. Lo llamaríamos «La entrevista más larga y rara del mundo». Aceptó, por supuesto. Sabía tirarse a las piscinas sin comprobar si había agua. Como hacen los buenos, los que a mí me gustan. Recuerdo la sonrisa que se me ponía en la cara la noche que sabía que Pedro venía. Me reía antes de empezar. (Ahí tienen un identificador de cómico brillante). Y siempre estaba a la altura. Soltaba sus tesis delirantes, sus interpretaciones sesgadas y rocambolescas de las cosas. Diversión en estado puro. Un niño con bigote. Siempre iba por una carretera secundaria del humor, lejos de lo previsible, algo que imagino le provocaba urticaria. Aquellas noches fueron memorables. Me quedé con las ganas de unir todas las charlas y tener como resultado una larga conversación de besugos televisada. Quizás sea el momento de hacerlo, porque todo homenaje, todo recuerdo, será poco.
No hace falta recordar (o sí) lo necesarias que son personas como Pedro Reyes en nuestro mundo actual. Gente luminosa y de colores que rompe la grisácea realidad, la seriedad, la impostura, el orden establecido. Es tan necesaria su aportación como grande el hueco que deja al irse. ¡Joder! Otra vez «¡joder!». Sí, ya sé que la vida es así y todo eso, pero ahora estoy de mal humor. Y eso es lo peor que le puede pasar un cómico. Tengo más cosas que contar, pero… nada luce, nada tiene sentido. Ya, si eso, otra semana, que encima será Santa. Como si eso pudiera arreglar la crueldad del mundo.
«Memorias en diferido» en Interviú
Renée Zellweger ya no es Renée Zellweger
Miércoles, 29 de octubre de 2014
Algo ha salido mal en tu operación de cirugía estética cuando ya no te pareces a la persona que eras antes. Una cosa es que quieras pulir esos defectillos, esa arruga maldita, las patas de gallo, un poquito la papada; pero si cuando te quitan la venda de la cara, te preguntas: «¿Quién demonios es esa?» deberían devolverte el dinero y tu cara de antes. Algo así debe estar pensando Renée, que tiene a Hollywood sorprendido, según la prensa elegante, descojonado, según la cruda realidad. Aquella simpática rubia de ojos rasgados se parece ahora a Antonia Sanjuán, como alguien muy acertadamente publicó en Twitter. ¡Le han abierto los ojos!, como en la peli de Amenábar. Ahora tendrá que hacerse fotos nuevas para toda su documentación porque la van a retener en todas las aduanas. Tendrá que cambiar todos los retratos de casa de sus padres. ¡Que disgusto! Tendrá que volver a presentarse a todos su amigos y muchas cosas más. A la mayoría de nosotros nos gustaría vivir varias vidas en el transcurso de una sola. Esto no era posible hasta que Renée y su equipo de cirujanos lo han conseguido. Ya suenan para el próximo Nobel. El premio, no el tabaco.
Whoopi Goldberg es Whoopi Goldberg
En cambio, Whoopi es Whoopi. Es lo que esperas. Mejora lo que esperas porque, cuando la conoces, descubres esa normalidad, esa sensibilidad de artista que lo ha vivido todo pero a la que le sigue interesando todo. Una sabiduría cotidiana que te permite controlar y domar ese caballo desbocado que debe ser la fama a nivel global. Parece que ella lo sabe y administra su impacto. Lo aprovecha para cosas buenas, sin tonterías. Charlamos un rato, me vestí de cura. «¿Cree en los milagros?», le pregunté. «Pues claro. ¡Estoy aquí!». También quise saber si, después de tantos años, ella es capaz de oler el éxito. Si puede saber que algo será un éxito. «Pues no. Lo que puedo notar es si la gente va a ser feliz, si lo va a pasar bien. Creo que con el musical 'Sister Act' la gente va a ser feliz». «Porque, en realidad, el éxito es eso, ¿no? Ser feliz». «Pues sí». Fue un día inolvidable para mí. Le regalé una pequeña reproducción de la Virgen de Montserrat y se emocionó. Por la tarde se compró un colgante con esa imagen en el Paseo de Gracia y me la enseñó. «La llevaré siempre». Después de la función se dirigió uno a uno a todos los componentes de la compañía. Fue cálida y sincera, y les animó sin dorarles la píldora. Ya la echo de menos.
Pequeño paso para Nicolás, un gran paso para la estupidez humana
Estoy fascinado con el caso del chaval que se coló en el PP, que se hizo pasar por representante de la Casa Real y, en general, se la coló a todos. Nicolás, con su pelazo y su cara presuntamente de empanado, es un error del sistema que ya de por sí es un error. ¿En serio que nadie vio nada raro? ¿Han visto a su abogado? Todo, todo, en el caso Nicolás es un prodigio de estulticia, de ambición mal entendida, de protocolos que fallan, de caricatura del poder, de enfermiza vocación por ser quien no se puede ser. Ya sabemos que este nunca fue un país serio, pero, ¡hombre!, que el chaval parece que venga de una boda y no se haya quitado el traje. Seguiré apasionadamente todos los acontecimientos y novedades sobre el tema. Un compañero de instituto dice en un vídeo que «no puede ser que Nicolás actúe solo. No puede hacer todo eso solo, alguien le ayuda». «Tiene alguien dentro», añadía un amigo mío periodista. «¿Dentro de dónde?», digo yo. Inquietante, apasionante, espeluznante, bochornoso. Espera, que me ha salido un Piqueras. Bueno, ansío que ya hayan comprado los derechos para hacer un telefilme. ¿Se pueden comprar los derechos de la vida de una persona? ¡Vaya pregunta! Uno tiene la sensación de que nuestros derechos los hipotecamos hace tiempo. Y el resultado, si no cambian las cosas, va a ser una peli de terror de serie B. De esas en las que se ven los hilos que mueven a los monstruos.
«Memorias en diferido» en Interviú
Ver más