Hoy llegaré al plató a las 17:30h. (más o menos, que ya sabemos que menos es más), como vengo haciendo desde enero de 2004. Alguien dirá «ya ha llegado Andreu» y entonces saldrán compañeros de debajo de las piedras con walkie-talkies. Nos reuniremos, me sacaré un café malo/bueno de la máquina, dibujaré, nos leeremos el guión fruto del curro de nueve mentes deliciosamente retorcidas, nos gastaremos bromas, decidiremos lo que ensayamos o no. (Ya te digo ahora que bastante). Entraremos en el plató donde hará frío. Ensayaremos, pensaremos más cosas que solo salen cuando te metes en harina. Me gusta llamarlo «mi cocina». «Ponme un audio aquí, otro allí y ¿si la cámara sigue a Berto hasta quedarse a un centímetro de su nariz?». Cosas así. Este es el momento que más me gusta porque es donde sale a jugar mi experiencia. Tantos y tantos años de humor diario. Tantas y tantas maneras de darle la vuelta a las cosas, hasta encontrar el ángulo divertido. Primero en la radio y luego en la tele.
Hoy también le diremos a Ana Morgade que tranquila, que no pasa nada. Y al realizador Oscar Lorca que tranquilo que si pasa algo, mañana no viene. Es broma. No hay gritos, ni descalificaciones, ni miedos, ni nada que no se pueda solucionar con una broma o un intercambio de impresiones. El compromiso y la responsabilidad son cosas que la gente normal ya lleva encima de sus hombros. ¿Para qué recordarlo? Hay que salir a disfrutar, a jugar. Porque esto lo hacemos precisamente para eso y encima nos pagan. Vamos, que somos unos privilegiados.
Así es como irán las cosas hoy, dada la maravillosa rutina que tiran adelante más de cien personas, mirando de circular al margen de crisis, desanimos generales, horizontes oscuros y otros parámetros conectados a la condición humana. Es como si en plató, cuando empieza la música, nada malo pudiera pasar. ¿Estamos todos? Pues venga, vamos.