Michael Schumacher, el campeón que nadie entiende por qué ha vuelto, de espaldas en Estambul. Me gustó la escena. Es más bajo que yo.
La espalda del astro
Barça, Barça, Barça
Barça 1: Hay que quitarse el sombrero con este Barça. El mejor de la historia. Con una aportación clave de la cantera. Fútbol de casa. Honesto, divertido, brillante, pasional y que siente los colores. Pep Guardiola es la piedra angular. El tío con más clase que ha pasado por el banquillo blaugrana, que sabe armonizar y rentabilizar una plantilla de lujo.
Cuando se hable de «equipo», hay que poner la foto de todos ellos. Sin el trabajo técnico y de mentalización que han hecho, resultaría imposible que llegaran donde han llegado. Se han comido al Dream Team y a Cruyff. Son presente y futuro.
Barça 2: No hay caverna mediática. Lo que hay son unos medios de comunicación con sede en Madrid con una miopía galopante. No puede plantearse el final de liga como «a ver si se produce el milagro y el Madrid gana». Es una falta de respeto al líder. Luego se quejan de la desafección de Cataluña hacia el conjunto de España. Los seguidores culés tienen que informarse con sus medios locales, que tampoco son un dechado de objetividad. El periodismo deportivo ha tirado la toalla de la ecuanimidad. A lo mejor es que tenía que ser así y no hay otra manera.
Bueno, pues vale.
Barça 3: Se acaba la era Laporta. Nadie va a discutirle los méritos deportivos. Ahí están. Pero no me negarán una constatación: la mayoría de gente no le quiere. Sabiduría popular. Le soporta pero no le quiere. ¿Cómo puede ser eso? Otro presidente, con sus títulos, pasearía en carroza entre la entregada afición del Barça. Él, no. Y es así. La sociedad elige a los que quiere y la del Barça ha elegido a Pep Guardiola y a sus jugadores.
Y ahora, por favor, que se tomen vacaciones que las merecen. Y que no hagan unas elecciones sucias o embarulladas que alimenten a los periodistas miopes y enturbien el sabor de una grandiosa temporada.
Barça, Barça, Barça.
Calderón, ¡qué bien me caes!
No conocía a José Manuel Calderón y superó todas mis expectativas. Un crack en toda regla que, además, se explica bien, sonríe, participa del humor y del entretenimiento. No todos pueden decirlo.
Hasta me supo mal meter la canasta del cuádruple. Yo pude entrenar y él no. Reitero lo que le dije: «te mereces lo que te pasa». Un placer haberle conocido.
Emoción hasta el final
Siempre he alucinado con aquellos que exhiben su afición futbolera desde el balcón de casa. Así, sin más. Cuelgan una bandera. No se sabe si es por orgullo, por terapia o qué. Lo que parece claro es que esta temporada va a poner a prueba nuestras emociones hasta el último minuto.
Barcelona-Madrid-Barcelona-Madrid-Barcelona
Las ciudades solo son eso: ciudades. Unos sitios donde el azar decidió que debíamos nacer o crecer o multiplicarnos. Las personas son las almas de esas ciudades. Miles o millones de almas. En las ciudades hay de todo. Personas cariñosas y otras odiosas. Románticos, ilusos, genios, enamoradizos, estafadores, emprendedores, antiguos, retrógrados, modernos…
He visto y he conocido de todo en ambas ciudades y, ahora, se confunden en mi memoria, sin recordar exactamente en que idioma hablaban o donde vivían. ¡Qué más da! En Barcelona me hice mayor y en Madrid recojo en cada viaje, toneladas de adhesiones a la «causa del humor». Me considero un privilegiado que salto de una a otra y me quedo con lo mejor.
Ahora que nos enfrentamos futbolísticamente, será bueno recordar que los partidos duran noventa minutos y las vidas (nuestras vidas interconectadas), muchísimo más. ¿Vamos a desperdiciarlas a golpe de tópicos?