Humor y tristeza

Miércoles, 1 de mayo de 2013

A menudo me preguntan si se puede hacer humor de todo, si hay algún límite. Suelo decir que, aparte de tu sentido común (eso, el que lo tenga), que te va guiando, sí hay un límite: ese límite es el dolor. El dolor, la pena, la tristeza… Grises sinónimos para un territorio estéril donde no hay broma que valga, donde no brota la sonrisa, donde no es de recibo plantear un solo chiste. Es cierto que luego está la famosa fórmula de 'tragedia tiempo = comedia'; pero cuando estás jodido, el tiempo pasa muy lentamente y la perspectiva no existe, todavía no la has vivido.

Pensaba en todo esto al conocer las últimas cifras del paro y ese maldito récord de los seis millones. ¿Dónde está la gracia? España es ahora un país triste. Cabreado, sí, pero también triste. De ceños fruncidos, pocas celebraciones y mucha mar de fondo. Así las cosas, ¿dónde nos colocamos los humoristas? Les confieso que a veces se te pasan las ganas. Ves el patio y piensas: «¿Pero cómo voy a mirar hacia otro lado? ¿Adónde voy con el surrealismo cachondo o el costumbrismo y las experiencias personales?». Piensas cosas así y luego te animas tú solo o te anima alguien inesperado. De alguna manera, es la misma gente la que te manda un chispazo.

Leí en Twitter un mensaje dirigido a mí: «Creo que ahora en España la única forma de contar lo que pasa es a través de los programas de humor». Cuando leo eso, me vengo otra vez arriba y pienso que ese debe ser el nuevo (o renovado) sentido de nuestro trabajo. (Ojo. Que cada uno haga lo que quiera. Yo no soy nadie para dar consejos). Lo que yo pienso es que ahora más que nunca debemos buscar la sátira entre las costuras de esta desagradable realidad. Convertirnos en válvula de escape de esta gran olla a presión. Humor casi terapéutico que no puede ni quiere olvidar lo que está pasando. Al revés. Humor con los pies en el suelo de la realidad por negativa que sea. Hay que pensar así y disfrutar de una risa útil, higiénica, renovadora, de la calle%u2026 Hay que hacerlo aunque haya seis millones de motivos para no salir de casa.

«El Berenjenal» en Interviú.

El Wyoming

Viernes, 26 de abril de 2013

Una vez besé a Wyoming en los labios y ante toda España. No sentí nada. No es mi tipo de hombre. Bueno, en realidad, ningún hombre es mi tipo de hombre en ese aspecto. Es lo que tiene ser heterosexual. Otra cosa, muy diferente, es el atractivo profesional, el magnetismo. En ese sentido, estoy rendidamente enamorado del hombre de la nariz imposible a lo Buñuel.

Hace unos días, pasé (literalmente) por «El intermedio». Ellos anunciaban que yo pasaría, y llegado el momento, extendieron una alfombra y, en efecto, pasé. Pasé de largo. No engañamos a nadie. Al día siguiente charlamos un rato. Todo eso vino a raíz de una petición que yo le hice antes: le invité a un documental que estoy rodando hace meses sobre el sentido y los efectos de la comedia. Ya les pegaré el rollo sobre eso…

Lo que hoy quería subrayar es el inmenso y decisivo papel que está jugando el programa «El intermedio» en estos delicados momentos. Ha tenido que ser un espacio originariamente pensado para la risa el que se haya convertido en el verdadero informativo que suelta verdades como puños y saca los colores de la enloquecida clase política. «El intermedio» tiene un equipazo, que capitanea Maikol Sánchez-Romero, el corazón del guión. Porque sin guión, sin preparación, sin trabajo, sin una tesis que hay que regar cada día, no tienes nada.

Hacía tiempo que no pisaba un plató y fue un gustazo hacerlo en el mejor de todos, el más conectado a la realidad, el más arriesgado. Wyoming lo mejora todo y él lo sabe y lo agradece. Creo que incluso sabe que su papel ahora es más necesario que nunca. Es bueno comprobar que lleva esa enorme responsabilidad con frescura a pesar del peso. Por eso lleva tirantes.

«El Berenjenal» en Interviú.

Verde que te quiero verde

Sábado, 20 de abril de 2013

Me llegó un vídeo a través de Twitter. Se trataba de Primavera Verde, y no tardé ni dos minutos en lanzarlo de nuevo a la red, que es la manera actual de apoyar algo. ¿Por qué lo hice? Pues porque, como puse en mi blog, se trataba de «la dignidad mirándote a los ojos». Es un vídeo sencillo, pero eficaz. Directo, honesto, donde el ruido y el escándalo de los afectados por las hipotecas adquiere una dimensión humana y serena. Son hombres y mujeres de todas las edades y procedencias (futuros sin techo) mirando directamente a cámara y soltando verdades como puños, dramáticas evidencias, animándote a actuar… Es magnético, no puedes mirar hacia otro lado. En el vídeo hay algún votante del Partido Popular, gente humilde que nos recuerda que «Europa ya nos ha dicho que no es justo» y que no se trata de politizar el conflicto, sino de humanizar las soluciones.

Si tienes dos dedos de frente, algo de corazón y de sentido común, te quedas petrificado. No tienes otra alternativa que la de apoyar. Ahora que los escraches famosos están en el ojo del huracán, muchos aprovechan para criminalizar a la PAH, desviando el foco con la insana finalidad de seguir desoyendo el clamor popular. Sí, los escraches son agresivos. No pueden ser de otra manera. ¿Qué haríamos si estuviéramos en su situación? Es gente que se queda sin casa, ante las casas de los que pueden y no quieren evitarlo. Delicadísima ecuación, sin duda. Pero si creen que a golpe de leyes preventivas y desesperadas van a callar a los afectados de la PAH, lo llevan claro. Hay una rabia colectiva, una evidencia que pesa toneladas y que seguirá empujándolos a seguir pidiendo justicia social. Las medidas serán más o menos afortunadas; pero como les asiste la dignidad, no cejarán en el empeño y, al final, lo conseguirán. Estoy convencido.

Mientras tanto, resuena la sabiduría del desaparecido Sampedro y ese desencanto que tiñó sus últimos años de vida. ¡Dejó dichas tantas verdades! Una de ellas: «Vivimos en una democracia autoritaria, donde el pueblo no es soberano». Ahí queda eso.

«El Berenjenal» en Interviú.

Pajaritos por aquí, pajaritos por allí

Lunes, 15 de abril de 2013

Tengo la inmensa suerte de poder vivir en el campo, lejos de la ciudad y en pleno contacto con la naturaleza. Suelo levantarme muy pronto (inexplicablemente) para desayunar y escuchar la banda sonora que me brinda gratuitamente el entorno. Mi debilidad son los pájaros y su delicada sinfonía de reclamos. Nunca algo tan simple me pareció tan bonito. Pero algo ha cambiado.

Desde que el candidato venezolano Maduro desveló que Chávez se había comunicado con él en forma de pajarillo (histórica la recreación del sonido del propio Maduro), estoy en un sinvivir. A ver si lo que yo escucho no son solo unas aves graciosas. ¿Y si me están dando las claves de la política nacional e internacional y yo no me entero?

Últimamente presto más atención, afino el oído, incluso las grabo y las paso a velocidad lenta o hacia atrás. Me siento como Iker Jiménez. Pero nada, no hay manera. Debo decir que hay jilgueros, palomas, gallos, muchas tórtolas y hasta algún búho. Ni rastro de espiritualidad. Algo trastornado y mediatizado, llegué a creer que un graznido grave podía ser el de Juan de Borbón opinando sobre sus polémicos herederos y la tormentosa situación actual en La Zarzuela pero… no. No voy a mentirles. No hay resultados.

Cerré mi campamento de observación y me tomé un café siempre con mi fiel perro al lado. Ayer me dijo: «¿Tú crees que de verdad todos somos iguales ante la ley?». No supe qué contestarle y cambié de tema. Acabamos hablando del Barça, del Papa, de Feijóo, del Rajoy «plasmado» y muchas otras cosas. «Bueno, me voy a trabajar», le dije para concluir. «Vale. Pero recuerda: los animales no hablan», sentenció. Acto seguido se lamió sus propios genitales.

«El Berenjenal» en Interviú.

El instinto

Miércoles, 3 de abril de 2013

Hay trabajos que te hacen mejor persona. Pocos, pero los hay. Y cuando eso sucede, tienes la necesidad de contarlo, de compartirlo, porque lo mejor es compartir lo bueno. Eso es lo que noté la otra noche en Barcelona cuando pusimos en marcha el ciclo de conferencias Instint. «Conocimiento entretenimiento», así lo denominamos.

Invitamos a personas listas que estimulen el pensamiento, las ganas de salir adelante, de luchar por lo tuyo, de recuperar tu dignidad y las ponemos en contacto con un público masivo en un teatro. El primer invitado no podía ser otro: Ferran Adrià. El hombre que revolucionó la cocina ahora se propone revolucionar internet. Ya verán… El caso es que, después de más de dos horas con Ferran, sacamos en claro algunas ideas básicas. Por ejemplo, que el éxito, en sí mismo, no es ningún objetivo. «Tienes que mirarte al espejo y preguntarte si eres feliz. A partir de ahí, trabajar y trabajar por lo tuyo».

A Ferran no le gusta la palabra éxito, ni triunfo, ni todas esas patrañas que no son más que zanahorias atadas a un palo. Ferran te anima a seguir tus instintos, a ponerle emoción y pasión. Ferran se pregunta continuamente el por qué de las cosas y cómo podemos mejorarlas. Dijo muchas cosas y pidió muy en serio que no se escatime ni un euro en investigación, ni en innovación. «Hay que invertir en eso a corto y largo plazo, porque es lo que asegurará un futuro a los más jóvenes de este país».

¡Ojalá le hicieran caso nuestros dirigentes! Todos esos políticos más preocupados por apagar incendios que por sembrar y construir. ¡Ojalá hicieran caso de sus instintos! Porque los instintos, la intuición , el sentido común, están conectados directamente a la razón y la eficiencia. Lo demás es humo, fuego, que una vez apagado solo dejará un bosque quemado. Y yo no quiero que España sea un bosque quemado.

«El Berenjenal» en Interviú.

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