Tengo el honor de colaborar con la organización Médicos Sin Fronteras de España. Me lo propusieron hace años y dije que sí inmediatamente. Les conocía superficialmente, como todos, pero no dudé ni un minuto. En este tipo de cosas no puedes dudar. Una voz interior te dice: «Son mejores que tú, son como serías tú si tuvieras más valor, si fueras más generoso, si el miedo o el desconocimiento no te paralizaran». Por eso colaboras. Tienes la esperanza de que se te pegue algo, de que te ayuden a entender este mundo injusto y desequilibrado donde el drama está a la vuelta de la esquina. Mientras la mayoría de la gente tiramos como podemos en el llamado primer mundo (el concepto ya rechina por desgastado) hay un grupo selecto y escogido que trabaja para los más desfavorecidos. Personas especiales, médicos y enfermeras en este caso, que dejan la comodidad de sus hogares y se desplazan a zonas de conflicto o arrasadas por desastres naturales. Nadie les obliga. Van porque quieren y gestionan el caos, improvisan, pactan, observan y, sobre todo, empiezan a salvar vidas. Cuantas más, mejor. Hay decenas de organizaciones, yo conozco a los de Médicos. Y no vale la sospecha cretina que de vez en cuando levanta alguna organización fraudulenta. Son excepciones que no desvirtúan al colectivo, ni mucho menos. Gente mala la hay en todas partes.
Hace poco pude comprobar la vitalidad de Médicos. Estuve en uno de los actos que convocan regularmente para sus socios y colaboradores. Eventos honestos e informativos donde puedes ir para conocer todo lo que hacen, todo lo que les preocupa y su día a día. Nos juntamos en Barcelona y me propusieron charlar con su presidente, José Antonio Bastos. Tras esas horas de inmersión solidaria, mi admiración va en aumento. No hay nada mejor que conocer los detalles y los matices para valorar todavía más las cosas. Lo primero: Médicos cuenta con 300.000 asociados en España y un total de 600.000 colaboradores. A pesar de la crisis y las dificultades, la gente no quiere olvidar que otros están peor. ¿Acaso no es esto emocionante y reconfortante? Gente, según me dicen, que a veces pide bajar la cuota pero que en ningún caso se quiere desentender. Eso sí es un ejército. Una gran masa de personas que apoyan, empujan y exigen. Así lo sienten en Médicos.
Su presidente me gusta porque no se instala en la épica ni en la heroicidad, aunque podría hacerlo, y de sobras. Pero no. Es un hombre pragmático, autocrítico y enamorado de lo suyo. Le brillan los ojos cuando cuenta lo que hacen, cómo sufren, cómo dudan. A veces le brillan de rabia por la impotencia en algunas situaciones donde el excesivo peligro pone en jaque a la organización. «No somos mártires, no queremos serlo». Por eso se han ido de Somalia, lo más parecido al infierno en la Tierra. Tras los secuestros, los asesinatos, las mafias y el desgobierno, la operativa era impracticable. Por lo que cuentan, no es un fracaso, ni una renuncia. Es un reset porque, conociéndolos, volverán.
Médicos no para ni un momento. Su mapa de actividad por el mundo es alucinante. Ahora, el foco está en Filipinas, pero sus tentáculos abrazan todo el planeta. Les propongo modestamente que, si no les conocen, pierdan diez minutos y entren en su web, consulten lo que hacen, que les admiren y les ayuden como yo. Estos días está en marcha la nueva campaña: Ser humano salva vidas. Con un solo clic podemos salvar hasta 100.000 vidas, que serían solo la punta de un vergonzoso iceberg. Está en nuestras manos.
«El Berenjenal» en Interviú.