No puedo dejar de darle vueltas a esta ilustración del genial Javier Jaén…
No puedo
Los contrasentidos
Parece el nombre de un grupo de los ochenta. Un grupo gallego, por ejemplo. Un contrasentido es algo que rechina en nuestra capacidad de comprensión, algo que molesta, que incomoda. Como unos zapatos un par de tallas más pequeños. Contrasentido es no renovar a Ana Pastor con la excusa de crear un nuevo equipo a su medida, como le ha dicho el nuevo director de Informativos de TVE. ¿A su medida o a la del partido gobernante? Contrasentido y contraperiodismo. Contrasentido, como decía alguien en Twitter, es que llegue antes una nave a Marte que un avión al aeropuerto de Castellón. Genial, la observación.
Contrasentido es que suban las temperaturas hasta cotas infernales los únicos días del año en los que se nos disculpa desconectar de todo, tratar de olvidar. Claro que, en el último caso, se trata de la naturaleza, del clima, algo que no podemos gobernar. Solo lo podemos perjudicar. Al calentamiento global hay que añadir ahora el calentamiento de la gente, que está a la que salta. Lo ves en las caras, en las conversaciones, en los gestos… El otro día, un trabajador de un establecimiento de alquiler de coches le dijo a una amiga que pedía explicaciones por un aumento de la factura: «Lo que te pasa es que estás malfollada». Eso, más que un contrasentido, era un imbécil, un maleducado, ese tipo de personas que lo hacen todo peor y más difícil. Feliz verano.
«El Berenjenal» en Interviú.
Los medios de comunicación públicos
Se veía venir: cambio de gobierno, «limpieza general en los medios públicos». Da igual que lo estén haciendo bien, sencillamente no lo hacen «como le gusta» al gobierno de turno. Ponle, ahora, el nombre del Partido Popular en la escoba. Antes fueron los socialistas y antes otra vez los populares. Definitivamente podemos asegurar que los gobiernos no entienden y no quieren entender la función de los medios públicos que, ¡ojo! financiamos entre todos.
Es desesperante y de una miopía e ineficacia que clama al cielo. Nos van a poner como ejemplo en el mundo de como NO hay que hacer las cosas. Es no saber nada de comunicación, ni de periodismo. No saber, ni querer saberlo. Los gobiernos solo ven a sus medios públicos como aparatos propagandísticos enmascarados de servicio público o, por lo contrario, monstruos imaginarios que perjudican al país. Como si la gente fuera tonta, ¿sabes? Céntrate en la honestidad de tu gestión y deja a los demás que hagan su trabajo. Ven fantasmas donde no los hay, desprecian a sus profesionales ignorando su trabajo por luchar en un escenario depravado de medios comerciales. Profesionales que se esfuerzan día a día por conseguir fiabilidad, audiencia y un prestigio. No importa. A la calle y que pase el siguiente. Y cuando cambie el partido en el poder, otra vez a la calle. Y, para hacerlo más complicado, consejos de administración con representación política, mini parlamentos inoperativos, comisarios más que dirigentes, todo hay que pactarlo, todo hay que supervisarlo. Los medios públicos son continuos avisperos donde, por cierto, no hay manera de que la industria audiovisual española pueda hacer algo con regularidad. Entras y te llueven hostias por todos lados, como si nosotros fuéramos el problema.
Hay más: está el faraónico desaguisado de la televisión valenciana que han gestionado todo lo mal que han sabido en todos los aspectos. Una vergüenza. Y, ahora, de un plumazo, todos a la calle. Más descaro imposible. En lugar de haber hecho un plan de viabilidad hace muchos años y mirar de encauzar la situación han dejado que se pudra. Lo que viene será peor. Lo dije hace muchos años: Canal 9 no representa el espíritu, el pensamiento, la creatividad de los valencianos y no es por culpa de los que trabajan en ella. Se enfadaron los directivos. Antes nos copiaron un formato y nos ningunearon en reuniones convocadas a las que no asistieron. Directivos de medio pelo, nula creatividad y menos compromiso con la sociedad. Unos prendas, vamos.
En Catalunya se han mantenido las formas más o menos. Trabajé en ella diez años y fueron de los mejores de mi vida. Si no lo reconociera sería un cretino. Pude hacer lo que quise y tuve directores, con alguna excepción que no computa, que me respetaron. Se sembraron prodigiosas semillas que todavía hoy lucen en la programación. Aunque, ahora, le toca una transformación, una adecuación a la nueva realidad y sobretodo, recuperar la operatividad. Se escucha demasiado en el sector lo de «no vayas a TV3 que están mal, no vale la pena». Me niego a aceptar eso. ¡En TV3, no! Ojalá la hagan bien, quiten todos los nudos que la aprietan, vuelvan a abrir las puertas y eso les permita seguir siendo la única flor en el desierto irrecuperable de los medios públicos españoles.
TV3 siempre ha sido una tele de referencia, donde un buen documental en horario de máxima audiencia es el líder de su franja. Donde se puede hacer un programa como el que hicimos con Punset y sentirte orgulloso. Programa, por cierto, que presentamos también a otras cadenas y todavía están riendo. ¡Cómo me gustó que funcionase bien! Y no hablo de ego. Por cierto, que hemos presentado una continuación de «Com va la vida?». ¿Lo podremos hacer?
Siempre hay alguien que pone el ejemplo de la BBC como modelo. Desengañémonos, en España no sabemos hacerlo así. Nuestra sangre caliente, nuestra poca tradición de libertad, nuestra perversa visión del periodismo nos juega a la contra. Mientras un político considere que un periodista de TVE o RNE le está perjudicando cuando cuenta una realidad contrastada, no habrá manera de tener unos medios libres y respetados. Mi apoyo a los compañeros que se han dejado la piel en sus programas. Habéis hecho lo que teníais que hacer. Vosotros sí que podéis dormir tranquilos.
Esperar
Son tiempos para esperar. Estamos esperando e intentando no desesperar. La frontera es muy delgada. En general, estamos esperando a que las cosas mejoren y la rueda del bienestar, del trabajo, de la dignidad y de las oportunidades, vuelva a girar.
Sí, vale, ya sabemos que nada va a volver a ser como antes (esa letanía de la que nos quieren hacer culpables) pero la parálisis actual no trae nada bueno. Es agua encharcada. Mosquitos, enfermedades, tiburones… mal, muy mal. Estamos esperando (por ejemplo) a que el millonario de Las Vegas ponga su dedo en el mapa. Barcelona o Madrid. ¿Nos gusta ese modelo de negocio? La Generalitat dice que «no nos puede no gustar» con el panorama actual. ¿Nos estaremos vendiendo por un plato de lentejas? ESPEREMOS que no.
Estamos esperando a que se formalice de una vez la fusión Antena 3-laSexta, sumidos en un vergonzoso entramado de trámites burocráticos que solo frena (todavía más) la industria audiovisual española. En ese compás de espera, está nuestro nuevo programa. Como un coche de Fórmula 1 en unos boxes sin mecánicos y sin gasolina.
En Catalunya, estamos esperando saber (y ver) cómo será la nueva etapa de Eugeni Sallent al frente de TV3, la mejor tele autonómica de España. Una tele en la que nos criamos los de El Terrat, pero a la que es muy difícil acceder actualmente. Y ya no te digo para las pequeñas productoras con talento que buscan una oportunidad. ¿Por qué? Porque tiene una reestructuración interna pendiente que la haga más operativa. Yo quiero lo mejor para TV3 y lo quiero todo. Quiero (ESPERO) que llegue a un buen acuerdo con sus trabajadores y que vuelva a ser la gran plataforma de la mejor televisión del país. ¿Cómo se hace? No lo sé. Yo no soy el director. Yo, espero.
Parece que España entera es una gran sala de espera. Los médicos todavía no han salido para decirnos si se salvará el paciente. Pero, antes de que salga, lo que tenemos muy claro es que queremos vivir. Y lo queremos con todas nuestras energías.
Javier Krahe que estás en la tierra
No salgo de mi asombro con lo del juicio a Krahe. Y si salgo del asombro (que sería como una habitación oscura, rancia, mal ventilada…) me cabreo como se cabrea cualquier ciudadano que viva en el siglo veintiuno con un mínimo de sentido común y en libertad. Libertad de expresión y de pensamiento.
Hay que ser retorcido para buscarle las cosquillas a Krahe por una pieza rodada en 1977. Una pieza artística, dadaísta, que la televisión (¡ay, la televisión!), amplificó muchos años después en una entrevista. El artista no la hizo para el gran público y ahora los intransigentes se la devuelven como un boomerang malicioso, recalentando aquel crucifijo que Javier cocinó en su momento. Ver a Krahe en el banquillo de los acusados es deprimente, nos retrotrae a nuestro pasado más oscuro. Huele a represión, tiene un eco inquisidor y amenazante para todos los que nos dedicamos a la creación y al espectáculo. Rezo por ti Javier, Javier Krahe que estás en la tierra, bienventurada sea tu ironía, venga a nosotros tu sorna. La broma nuestra de cada día dánosla hoy y no permitas que te dejen caer en la tentación de los carcas. Amén.
«El Berenjenal» en Interviú.