Los dramas siguen aunque no quieran enseñárnoslos. Aunque el foco ardiente de la actualidad se desplace hacia otro lado, normalmente porque al que tiene que iluminar (informar) no le interesa. Eso no evita la tragedia, ni calla la rabia. Y las cosas siguen pasando. Las malas siguen pesando. La plataforma Stop Desahucios, esa gente acorralada por un sistema carnívoro y sin sentimientos, sigue luchando. Ahora alertan una vez más sobre esta vergüenza cotidiana: 20.000 personas han perdido su casa en el último trimestre del 2014. Me llega un sobre con esta información y un pequeño sello con el lema #nomasdesahucios. Se han repartido más de cinco mil. «Para que lo utilices donde creas conveniente y que nuestro mensaje cobre fuerza». Eso es lo que hago dentro de mis posibilidades. No lo pienso demasiado. Son esas cosas que te empujan desde las tripas, que te queman, que te obligan. Nos hacemos, con Berto, una foto con el sello impreso en la palma de nuestra mano. Ojalá sirviera de algo. Ojalá la conciencia de los que pueden pararlo les abrasara y les obligara a tomar las medidas necesarias. Cada vez que escuchen que los bancos ganan más dinero, recuerden a esas familias con las maletas en la calle, la autoestima por los suelos y sin futuro.
Qué bien se explica Anabel Alonso
El ciclón Anabel Alonso pasa por el programa para disfrute general. Es una fiesta de mujer. Pero una fiesta bien organizada. Lo cuenta todo bien, colabora como la primera y deja un buen sabor de boca. De esos invitados que da gusto recibir a esas horas intempestivas en las que trabajamos. «Vamos tan tarde que es pronto», me salió la otra noche. Me gustó un poco la frase, y eso que yo no me gusto nunca. Bueno, ahora Anabel está en el teatro con «El eunuco». Y en la tele de vez en cuando. Parece que está a gusto sobre las tablas o sobre un decorado que oscila y te tira por el suelo. ¡Lo que le eches! Lleva toda la vida en la comedia, pero no se gasta, ni se quema. Su propia energía la mantiene fresca y luminosa. Me alegro por ella y me alegro con ella.
Ya pasó San Valentín y el amor continúa
Parecía imposible. Se diría que la mercadotecnia podía aniquilarlo, pero no. Será que el amor es tan fuerte en sí mismo que puede soportar y hasta sobrevivir a las embestidas del consumo. Se esfuma el olor de los perfumes, se gastan los regalos, se marchitan las flores, pero ella (o él) siguen ahí, a nuestro lado, soportando nuestros malos días, nuestras dudas, nuestras contradicciones. Si sigue, es que te quiere. El supervitaminado Marc Giró impartió una clase gritada sobre el amor. Genial como siempre. «No confundir amor con calentón. ¡Sáciate, sáciate por ahí! Si después de todo eso te sigue gustando, es que le quieres». Bueno, no sé. Cada uno tendrá su método. Lo de saciarse suena más a fantasía que a realidad. El caso es que la propia vida, como siempre, te va a subrayar quién vale la pena que se quede y quién es mejor que se aleje. ¡Que tengan suerte!
Ya no sé quién se ha hecho la cirugía estética y quién no
Ahora resulta que Uma Thurman nos dice que no se ha operado, que se trataba de un maquillaje. Ponen las fotos para demostrarlo. ¡Con las risas que nos echamos a costa de su desfiguración! Reconocí públicamente el error, me tragué el sapo, y me pregunté si todos esos famosos transformados (normalmente a peor) que vemos regularmente no son sino gente que no se ha lavado la cara lo suficiente. Ya no sé qué pensar. Ya desconfío de todo. Antes era más fácil, ¿no creen? «Mira, ese lleva peluquín»: lo veías claro y te reías un poco sin que se diera cuenta. Ahora, esos pómulos hinchados, esos labios morcilleros, esos ojos sin expresión pueden ser obra del bisturí o sencillamente es que esa gente no ha descansado. Me miro al espejo. Acabo de cumplir 50 años. «Son los nuevos cuarenta», me dice un amigo. Y yo voy y me lo creo. Y me lo hago mío. Y pienso que no me voy a operar. ¿O quizás me lo han hecho mientras dormía y por eso tengo un aspecto razonablemente pasable? Siento miedo.
«Memorias en diferido» en Interviú