Pues a mi me gusta ver a los turistas por Barcelona. Siempre me han gustado. Una ciudad visitada es una ciudad admirada y, dado que yo vivo una relación con Barcelona como de madre e hijo, me siento orgulloso cuando veo a esas personas con mapa haciendo fotos o directamente perdiéndose. No entiendo a los que se quejan de los turistas. La mayoría viven de ellos, así que todavía lo entiendo menos. Vale, algunos turistas solo vienen a beber cerveza, pero de esos los hay por todas partes. ¿O es que no nos acordamos de la Barcelona pre-olímpica, de espaldas al mar, gris y mal comunicada?

Querido doctor: la otra noche estaba leyéndole un cuento a mi ahijado Jan, con el noble fin de que se durmiera. Lo que pasó es que el que se quedó frito fui yo. El niño debía conformarse con los dibujos (muy buenos por cierto), de un piloto que atraviesa el triángulo de las Bermudas con su avión. Era tal el sopor que me entró (no por culpa del cuento) que, hacia la mitad, decidí darlo por terminado. ¿Y ahora que hacemos? preguntó Jan. Pues ahora nos esperamos hasta mañana. Vamos a dormir y el del cuento también, que ha cruzado medio pacífico. Vale. Vale.

¿No habíamos quedado, querido doctor, que con la edad perdías sueño? Para mi no es ningún problema, porque me encanta dormir. De hecho, no sé porque le escribo, ya que no le conozco. Perdone. Igual se trataba de un sueño. Lo de «querido» es que soy cariñoso.

Una de mis debilidades. Millán Salcedo con un helecho en la cabeza, un disfraz de carnaval y su particular homenaje a la gran Tina Turner. Me pregunto que pensaría ella si lo viera o viese.

Elvis, por aquel entonces, ya se había comprado la capa. A pesar de eso, se atrevió con un clásico del soul, en un concierto en el Madison Square Garden de Nueva York.