La última firma de la temporada, la vivimos en la Feria del Libro de Madrid. Genial. Mejor, diría yo, que el año pasado. El público madrileño es sensacional y agradecido. Y cariñoso. No dejan de animarnos para que sigamos fabricando risas. Me regalan de todo (hasta unos calzoncillos). Hay cariño y respeto.
La Feria del libro ya se ha convertido en una cita ineludible. Coincidí con el gran Risto en el stand. No paré durante dos horas. Y, luego, me compré un libro de caligrafía y pintura china. Para seguir escribiendo en casa. No tengo remedio. (Ah, jugaba España, pero como si nada).