Seguramente se les ha ido la mano a los de EL JUEVES con la viñeta donde aparecen los Príncipes de Asturias mirando hacia Soria. Como también se le ha ido la mano al juez que ha ordenado el embargo del número así, de sopetón, dando alas al debate sobre la libertad de expresión. Embargar siempre ha sido una palabra muy fea.
Pero la cosa merece conocer algunos detalles para no banalizar el caso y quedarnos tan solo en la epidermis del asunto.
Conozco a los de El Jueves de toda la vida. Son un referente, una luz en mitad del patio de corrección política que todo lo oscurece. Así que, de entrada un respeto. Resulta que, según me cuentan, los del «Tomate» en Tele 5, ponen la portada famosa más de media hora en los monitores que quedan detrás de la mesa y celebran que ya se puede hacer humor sobre la monarquía. Lo dicen, como siempre, interesadamente, porque a ellos ya les han dado un par de collejas, en alguna de sus aproximaciones rapaces a la monarquía.
El impacto de la tele ya lo sabemos. Alguien se escandaliza en Madrid, hace un par de llamadas y salta el incendio mediático que todo lo aumenta y lo mezcla. (Perdón por mezclar el «Tomate» y El Jueves). Los de El Jueves llevan muchos años haciendo humor sobre la monarquía. Con clase, incisivos y desacomplejados. Incluso tienen un libro recopilatorio: «Tocando los borbones» y nadie se ha muerto por ello. El mundo sigue girando sobre su órbita. ¿Que ahora han resbalado? Bueno, vale, de acuerdo. Resbala el que se mueve. El que se calla y se auto-censura, nunca tiene ningún problema. Y de esos hay un montón repartidos por todos lo medios con la espalda deformada de tanta reverencia.
Las viñetas tienen sentido en el marco de una publicación de humor. En su mundo, con su trayectoria, sus lectores y una barrera que se llama «comprar» la revista. Si lo sacas de ahí y lo amplificas, el riesgo se multiplica innecesariamente.
En nuestro programa hemos hecho humor de la monarquía y seguiremos haciéndolo. ¿Por qué no? Somos cómicos, la monarquía ha sido un invento del ser humano y, por tanto, está sometida al bisturí de la broma.
Hoy he recordado una frase de Jose Corbacho: «Prefiero pedir perdón, antes que pedir permiso».